Quebrando el muro gris de las edades, vengo hacia ti, perenne viajero, si ayer joven, hoy franco pregonero de mi otra juventud, sin vanidades. Idénticas locuras y ansiedades, mas de nuevo color; el semillero cede el paso a la mies, y en el sendero baja el ritmo ante nuevas realidades. A través de la vida, peregrino, más que en la meta, pienso en el camino, más que en mañana o en ayer, en hoy. Todo es fugaz, por eso me rebelo ante el proyecto a largo plazo, anhelo que no tiene que ver por donde voy.

La autoridad es copa que envenena a quienes beben de su vino, abrazo que estrangula al que duerme en su regazo, basurero que al asco nos condena. Gobernante que ordena, desordena; no son de honor sus fines, son balazo directo entre los ojos, o zarpazo, y a su mediocre ley nos encadena. El ascenso al poder le da derecho a nepotismo, coacción, cohecho, pero no por justicia, por abuso. Nos gobiernan ineptos y ladrones, y hay que asomarse a todos los balcones, y a voz en grito apostrofar: “Yo acuso”.

El contrato esclaviza, y la promesa es compromiso a que uno se presiona en detrimento propio, y desmorona la libertad en su interior impresa. Nunca prometas nada, sólo expresa cuanto en cada momento te apasiona. Libre espontaneidad nunca extorsiona, se piensa, se decide, y se procesa. Quien promete, a sí mismo se castiga, estableciendo sujeción que obliga a ser ejecutada en el mañana. Ábrete y date audaz en cada instante, sin mirar al futuro; lo galante es más entrega que promesa vana.

Te has vendido. Las típicas razones de amor, trabajo, intimidad, ambiente, son excusas falaces de la mente, máscaras de arbitrarias decisiones. La vida es compraventa, concesiones a cambio de ventajas. De repente, doblega el propietario a su cliente, subordinando pactos a ambiciones. Has acatado vagos compromisos, abdicando derechos; los avisos que la vida te diera, marginados. Construíste cuanto eres sobre arena, y hoy, transformada en propiedad ajena, eres torre de muros cuarteados.

La vida es sí y es no, es ahora y luego, es dar y recibir, es contingencia; todo y nada sucede, dependencia de tantos y de tanto, nieve y fuego. Llevamos el espíritu andariego del ave migratoria, con la urgencia no exenta de rigor ni de inocencia de obtener los posibles ahora en juego. Posibles desde lejos improbables, tornándose más ciertos y viables a medida que hacia ellos avanzamos. No alcanza quien contempla la distancia, sino quien la reduce; en tal instancia por el acercamiento conquistamos.

Dialoga con espíritu sereno con hermano, foráneo o enemigo; aun el extraño devendrá tu amigo si el tono es manso, y el asunto ameno. Provoca el grito turbación, es trueno que aturde y desorienta, es desabrigo; hablar a voces es jurar castigo, coacción, amenaza, dar veneno. Carece de equidad quien patalea, y en el razonamiento que plantea, hay menos sutileza que presión. Dialoga sin apremio, compañero; la amistad no transita por sendero de altanería o intimidación.

Brilla la luz en la tiniebla si eres soñador de imposibles, si te besa galante la locura en cada empresa emprendida entre dudas de otros seres. Hagas lo que hagas, vayas donde fueres, perros habrá cuyo ladrar no cesa; y quien por tales ruidos se interesa, identidad de fracasado adquiere. Ciméntese en ti mismo tu proyecto, que nadie más que tú será arquitecto de tus sueños, quimeras, ideales. No importa no llegar, sino el camino, que es tu ideal supremo, el más genuino; las arribadas son incidentales.

Sin ser fuego, hay un nombre que me quema, una idea convulsa que me abrasa, un impulso lascivo que rebasa mi aptitud de control. Ah, qué dilema, querer y no poder, en la suprema contingencia febril que sobrepasa mi determinación, y me desfasa de cara a realizar mi propio esquema. Porque tengo un proyecto, mas no alcanzo vigor para lograrlo, y aunque avanzo rumbo a su adquisición, no lo consigo. Esa meta de gracia seductora tal vez me abre sus puertas, y me implora, mientras la timidez es mi castigo.