Jean-Baptiste-Camille Corot - Lectora con guirnalda de flores o la musa de Virgilio (1845)
Breverías
1418
Tantas palabras tibias, tantas palabras vanas,
hojarasca de otoños grises, desapacibles…
Ah, pero tus palabras, doradas filigranas,
íntimas como el alma, como la piel, tangibles.
Los Angeles, noviembre de 2005
1635
Estoy al fondo oscuro de tu copa,
rojo del vino, rojo del deseo
que por la estepa de mi piel galopa;
quizá tú no me ves, yo sí te veo,
y espero la caída de tu ropa,
mientras inútilmente chapoteo
sin lograr tu atención. Tal vez la obtenga
cuando a tu boca, al sorbo final, venga.
Los Angeles, febrero de 2007
1748
Serénese el torrente, debilítese el viento,
refrena tus impulsos, apárcame la furia,
en tregua los sentidos, duérmase la lujuria,
y aflore un intervalo desprovisto de intento.
Hora de abrazo en calma, de silencio elocuente,
que no alteren el mapa de los pliegues del lecho,
tus ojos en los míos, y en el mío tu pecho,
todo tan apacible, todo tan transparente.
Los Angeles, octubre de 2007
Sonetos
682 - Un beso
Un beso de rodillas atrevidas,
de labios húmedos, voluptuosos,
mano impúdica, dedos temblorosos,
figuras lentamente desvestidas.
Beso requeridor de varias vidas
para agotar sus fondos amorosos,
desdeñador de afectos nebulosos
más huérfanos de espuelas que de bridas.
Beso que he fabricado en muchos años
en modos, longitudes y tamaños
que nadie fue capaz de merecer.
Traigo este beso para ti, absorbente,
encrespado, expansivo, irreverente,
porque sé que le vas a responder.
Los Angeles, 8 de octubre de 2002
808 - Esa voz
Podría amarte sin que lo supieras,
y así tal vez será mi amor mañana;
pero hoy seré repique de campana
y tremolar radiante de banderas.
Sé que mi pie ha alcanzado tus fronteras,
y que mi luz se estrella en tu persiana,
y sé que mi ilusión de porcelana
se fragmentó en mil piezas y maneras.
Tanto que no sabía he aprendido,
tanto que sólo había presentido
al escuchar la voz de la razón;
esa voz que incesante martillea,
y no hay amante que la escuche o crea,
hasta encontrarse solo en su rincón.
Los Angeles, 31 de mayo de 2003
836 - Recuerdo
“Vaya la rosa con su olor a cuestas,
el recuerdo conmigo, y yo con nadie”.
(Antonio Gala)
Se me han desfigurado los colores
de tu recuerdo; hay un otoño frío
destiñendo dorados del estío,
verdes de mayo en tallos de temblores.
Hoy el recuerdo es gris, sin más rumores
que el viento entre los álamos, sombrío,
colgado de las ramas, y vacío
de fragancias, de azul, de ruiseñores.
Las hojas secas volarán mañana
en obtuso ballet, con la desgana
de quien todo perdió y sólo le queda
en la memoria un viejo árbol desnudo,
el árbol del recuerdo, tosco, mudo,
ceñido de incolora polvareda.
Los Angeles, 20 de julio de 2003
884 - Si esta mujer
Si esta mujer que hoy llora percibiera
el temblor de mi luz en su ventana,
si viera mi alma, frágil porcelana,
que un soplo de aire, un pétalo rompiera;
si esta mujer, lejana compañera,
no fuera tan lejana, tan lejana,
si consiguiera ver cada mañana,
al despertar, mis ojos..., si pudiera...
Tal vez la sombra que su rostro acuna
se tornaría en claridad luna,
o en caricia de sol primaveral.
Y su nueva sonrisa tal vez fuera
mágica mano que reconstruyera
mi fragmentada copa de cristal.
Los Angeles, 3 de septiembre de 2003
910 - Has esperado tanto
Me esperarás, y volveré a tu lado,
no como amigo ya, mas como amante;
mi fantasía del amor distante
humo ha sido, en el aire evaporado.
Ya no miro hacia atrás; estoy cansado
de dar sin recibir; voy, caminante,
hacia tu mundo azul, donde el instante
se transforma en sendero prolongado.
Has esperado tanto…, y esa espera,
tan injusta y cruel, mi compañera,
ha llegado a su fin; en ti me vierto.
Agua para tu sed hay en mi vaso,
y en la ceniza gris de mi fracaso,
la última llama tímida se ha muerto.
Burgos, 5 de octubre de 2003
Poemas
Vejez
Siguen los años curso irreversible,
fuente, arroyo, torrente, y al fin río,
manso, grácil, brioso y apacible,
con desembocadura en el vacío.
La vida está endeudada con la muerte,
yéndose paso a paso amortizando,
el vigor en fatiga se convierte,
y aún con la mente firme, el cuerpo es blando.
Oh si la primavera conociera
en proporción de su virilidad;
y el invierno, que sabe, así pudiera
transformar tal impulso en realidad.
Que aunque la nieve duerma en el tejado,
crepita en el hogar fuego constante,
tan voraz como fuera en el pasado,
tal vez más lento, pero más galante.
Pero si queda en soledad la llama
por razones de ausencias o rechazos,
la última edad declinará en programa
de inevitable y triste muerte a plazos.
Los Angeles, 31 de agosto de 2000
Cuerpo y alma
La razón me distancia de ti, pero el sentido
me adhiere a tu costado como la hiedra al muro;
y sin embargo admito que la razón ha sido
quien te anexó a mi vida, por quien en ti perduro.
Eres más que una idea, pero no te percibo
sino como una sombra, grácil e inaccesible;
sombra que se me acerca con aire fugitivo,
y como aire se pierde, como sueño imposible.
Y a pesar de ser sombra, y a pesar de ser sueño,
y a pesar de ser aire, te acarician mis manos;
una caricia suave, que muere en el empeño,
porque aire, sueño y sombra se perfilan lejanos.
¿Por qué te siente el cuerpo tan cerca, si la mente
tan remota te sabe, tan fuera de mi tacto?
¿Y por qué el mismo cuerpo te reconoce ausente,
si la mente establece su intangible contacto?
Qué triste paradoja, qué absurda coyuntura,
qué condena se impone la condición humana,
dividida en la busca de su propia ventura,
y en la perenne espera de que vendrá mañana.
Los Angeles, 10 de marzo de 2001
Silencio
Barro soy, con un soplo de inspiración latente,
y a tu barro me amoldo, de tu aliento respiro;
mis ideas han sido tuyas primeramente,
y a ser tuyas regresan, en verso o en suspiro.
Hemos ya traspasado la frontera del miedo
y no hay rincón oscuro, dominio inexplorado,
puedo decir que es tuyo mi pensamiento, y puedo
decir que tengo el tuyo dentro de mí tatuado.
Es el silencio ahora más significativo
que la tosca palabra, que nunca representa
la exactitud, la hondura, del sentimiento vivo;
la palabra, hojarasca seca que el aire aventa.
Ya no diré que te amo, ni que eres tan hermosa;
se ha dicho tantas veces que ya no dice nada;
escucharás el grito de mi alma luminosa
en callado estallido flotando en la mirada.
Y yo escucharé el tuyo resonando en el fondo
de un abismo que ignora las curvas del oído;
qué elocuente el silencio con el que correspondo
a tu íntimo silencio, jamás enmudecido.
Los Angeles, 24 de marzo de 2001
La muerte
De helada onda expansiva precedida,
dueña de la penumbra y de la niebla,
bajo capuz de terciopelo negro,
cruzó la muerte ayer ante mi puerta,
y un rumor de clepsidras fragmentadas
siguió a su paso huérfano de huellas.
No me llamó, ni me ofreció su abrazo,
desdeñando mi nombre y mi presencia;
tal vez en mi reloj no se ha agotado
la reserva de arena.
Sentí un hondo desprecio
por sus procedimientos, y por ella;
y la escupí al pasar, con el enojo
de quien ni la comprende o la respeta.
Ni justicia la guía, ni venganza,
sin reflexión su calavera hueca,
sin emoción su cavidad torácica,
sólo un azar de irracional violencia.
Ni al súbdito ni al déspota perdona,
ni de mendigo o rico oye la queja,
niño y adulto su castigo sufren,
a viejo y joven por igual condena.
"Sádica muerte, que al enfermo alargas
la vida en el dolor y la tristeza,
y en tu gruta de sombra al fin lo acoges,
y en tu río de hielo al fin le anegas,
y en el silencio apagas su gemido,
y de su clan vetusto lo desmiembras.
Te desprecio y maldigo,
y te aniquilaría si pudiera".
En la distancia se volvió a mirarme
desde el fondo vacío de sus cuencas;
vi una risa marchita
en sus mandíbulas amarillentas…
"Volveré", me gritó. Un escalofrío
neutralizó un momento mis defensas,
pero alzando la voz desafiante,
abrupto respondí: "Ven cuando quieras".
Los Angeles, 11 de abril de 2001