1183 - A cuatro manos
Palpitaba en el cuenco de su mano
inquieta golondrina prisionera,
vibrátil, rígida, sin que pudiera
dejarla en libertad. En el piano
se adormecía el canto cortesano
que a cuatro manos de una voz naciera.
Su timidez pensó: “Si me atreviera…”
Y la música fue rumor lejano.
Lo creyó un corazón entre los dedos,
húmedo, cálido…, perdió sus miedos,
y se dejó arrullar por sus latidos.
Cuando la noche desplegó su sombra,
les envolvió a los dos sobre la alfombra
desnudos, abrazados y dormidos.
Los Angeles, 1 de diciembre de 2004