1184 - Invernal
No quedan ya zagalas ni pastores,
ni en la noche, a la luz de las estrellas,
bajo las burdas mantas, ellos y ellas
contrarrestan el frío con sudores.
Distribuye el invierno los rigores
de su escarchada alforja; de sus huellas
no se alzan danzas, himnos ni doncellas
diseminando pétalos de flores.
El silencio es la nieve de la nieve,
un estrato intangible. ¿Quién se atreve
a profanar su monacal sosiego?
El tiempo es blanco, los relojes quietos,
tenue la luz, colmados los abetos…
Qué suerte, Dios, no haber nacido ciego.
Los Angeles, 4 de diciembre de 2004