1206 - Al fin
Quietas viste mis manos; si supieras
de su estremecimiento por tocarte,
de su invisible afán de entrelazarte
en lúbrica ascensión de enredaderas.
Tantas veces te vi, sin que pudieras
adivinar este ansia de besarte,
esta urgencia voraz de desnudarte
y adjudicarme senos y caderas.
Qué mentida, qué estéril inocencia,
camuflando la sed, la turbulencia
que fluyen desde el sexo hacia la mente.
Pero hoy tus ojos, y también los míos,
han confluído al fin como dos ríos,
un sólo cauce, sólo una corriente.
Los Angeles, 11 de enero de 2005