141 - Y sólo vivió un día
Qué caudal inexhausto de amargura
corre bajo mi piel día tras día,
envenenando el alma, tan vacía,
y oprimiendo la mente, tan oscura.
Tanto esperar y tanta desventura
transformándome el gozo en agonía,
al ver enmudecer su melodía
tras la primera nota dulce y pura.
Nacer para morir, como las rosas,
y como un ángel de alas luminosas
partir de nuestro lado, sin partir.
Mi primera esperanza, mi pequeño,
que en mí has quedado como sólo un sueño:
nunca este sueño habré de interrumpir.
Los Angeles, 5 de enero de 1999