1420 - Lázaro
A mí también me señaló la muerte
con su mano huesuda, descarnada,
y fui cadáver, y quedó encallada
mi frágil alma, carabela inerte.
Sentí mi propio hedor, como quien vierte
podredumbre a su puerta o en su almohada,
y no acerté a pensar que la alborada
llama también al muerto a que despierte.
Sacudió el sol mi tumba una mañana
como triunfal río de luz que mana
de las cumbres nevadas de la vida.
Y reventó mi lápida en pedazos.
Ahora vivo acunado entre los brazos
que devolvieron mi alma renacida.
Los Angeles, 18 de febrero de 2006