1636 - Déjame estar
Voy hacia ti cubierto de un olvido
no inevitable, pero necesario,
con desteñida sangre de Calvario,
y sombra de Tabor desvanecido.
No habrá Resurrección, se ha consumido
el último residuo solitario;
sólo queda, doblado ya, el sudario,
y en el ambiente el aire enrarecido.
Tú eres el alba en que la luz estalla,
velero yo que en tu arenal encalla,
consumado un periplo displicente.
Déjame estar, las olas ya no incitan
mi impulso viajero; si me invitan,
les diré que tu playa es suficiente.
Los Angeles, 12 de febrero de 2007