168 - Despedida
Quise dejar mis lágrimas dormidas,
despertando sonrisas jubilosas,
pero se amotinaron temblorosas
las que intenté guardarme reprimidas.
¡Oh la tristeza de las despedidas,
y sus incertidumbres recelosas;
y ese enjambre de inquietas mariposas
volando en el estómago escondidas.
Si partir es morir en cierto modo,
en mí parece que se ha muerto todo,
y cubren las tinieblas mi interior.
Sólo tendré la luz a tu regreso,
cuando me resucites con un beso,
recobrando mis labios tu sabor.
Nueva York, 30 de marzo de 1999