1742 - En coche
Ante la vista se abre la meseta
como un abrazo etéreo, e improvisas,
en la diafanidad del parabrisas,
el bosquejo sutil de mi silueta.
Rigurosa visión, mas tan discreta
que sólo tú percibes; tus sonrisas
llevan razones flojas y con prisas,
y calla cada cual, aunque interpreta.
Pero qué exégesis tan desviadas
de esa verdad que guardas; tus miradas,
tan evidentes, nadie las augura.
Y nadie ve, tus manos al volante,
que un incorpóreo, misterioso amante
rodea con su abrazo tu cintura.
Los Angeles, 16 de agosto de 2007