1748 - Transfiguración
Te vi pasar despacio, vulnerada,
sin roce ni revuelo del vestido;
era tu andar como de ciervo herido,
el arpón al costado, en retirada.
Volviste atrás los ojos, desolada,
como si todo hubiera envejecido
súbitamente, el álamo, el ejido,
la magnolia, la alondra, la vaguada:
Un invierno a deshora y apagado
sobre tu corazón enamorado;
y avizoraste sobre ti mi vista.
En ese instante, amada compañera,
tu vida se vistió de primavera,
renacida por ti, tan imprevista.
Los Angeles, 3 de septiembre de 2007