1760 - Amaneciendo
A tu cocina entré, tibia mañana
de marzo inesperada. No llovía,
en calma el olmo, el viento se dormía
perro inmóvil al pie de la ventana.
Despertaban, en esa hora temprana,
los ruidos de la calle; se encendía
en la radio sedosa melodía,
y era la ausencia una estación lejana.
En la mesa dos tazas humeantes,
y frente a frente plácidos amantes
que en la noche agotaron el sudor.
Es momento de calma. Dos miradas
dialogan hondamente, tan calladas…,
y con el mismo estruendo del amor.
Los Angeles, 16 de octubre de 2007