1851 - Mirando al techo
Te vas, y no te vas, pero te has ido;
desarraigada, nunca más ya mía,
como rosa tronchada de mi día,
y de mi noche como sueño hundido.
Cada eco en el zaguán, cada crujido
sobre el estrado, cada algarabía
de mirlos en la fronda, sugería
tu llegada habitual, ya oscurecido.
Continúan viniendo esos rumores,
pero sin ti. Por los alrededores
la luz busca tu sombra, sin hallarla.
Sobre el diván tendido, miro al techo.
Qué desolada calma hay en el lecho,
dormidos risa, jugueteo y charla.
Los Angeles, 21 de marzo de 2008