1876 - A la deriva
Una noche de abril. El oleaje
era grito en la roca. Las tabernas
del puerto eran silencio. Las linternas
eran lanzas de luz en el paisaje.
Y me amó al aire libre. Su lenguaje,
arpa de cuerdas lúbricas, mas tiernas,
y el doble arco de brazos y de piernas,
la anunciaban angélica y salvaje.
Y así fue: Virginal, desenfrenada,
apenas sosteniendo la mirada,
y arrojándose al punto a la ofensiva.
La dejé proceder. Era su instante.
Pero al nombrarme su primer amante
dejó mi corazón a la deriva.
Los Angeles, 9 de junio de 2008