1897 - Te llamaré, me llamarás…
Es el amor un pájaro escondido
en la fronda del alma exuberante;
no consagra su canto al caminante,
ni para el cazador hace su nido.
Cuando percibe el áspero graznido
de la apatía en peñascal distante,
reconoce la fuga del amante
en su inicio sutil, sin hacer ruido.
Tal vez escuche la palabra vana
de mantenerse amigos. ¿Quién hermana
festines y ataúdes, sangre y vino?
Te llamaré, me llamarás…; veremos
que pronto apenas nos reconocemos,
yo en mi zaguán, y tú por tu camino.
Los Angeles, 21 de junio de 2008