2016 - Sin palabras
Llegó. No la esperaba. Sonreía.
No era brisa en la tarde, no era luna
suavizando la noche, ni laguna
de inmóvil calma, o suave melodía.
Era sed, vendaval, apostasía
de convencionalismos, era cuna
incubadora de panteras, una
implacable explosión de anatomía.
Su lengua era caudal de vino y miel
derramado procaz sobre mi piel,
y hablaba por las manos y los ojos.
Y se negó a escuchar. Selló mi boca.
“Ésta es mi cátedra, y a mí me toca
pronunciar el discurso a mis antojos”.
Los Angeles, 23 de enero de 2009