2064 - Indiferente navegante
Ay, que viene el amor, que se nos muere,
que resucita, que otra vez se ausenta,
que nos engaña, que nos desalienta,
que nadie, ni él, sabemos lo que quiere.
Nos extiende los brazos, y se adhiere,
pulpo febril, a nuestra piel hambrienta,
nos ofrece placer, nos atormenta,
y si no mata, ciertamente hiere.
Más que seguir su voz, nos arrastramos
en servidumbre mísera, y le damos
rango de dios y temple de guerrero.
Y es sólo indiferente navegante
sin derrotero, brújula o sextante,
cerebro de aire y corazón de acero.
Los Angeles, 4 de abril de 2009