2118 - La deshora de la muerte
A Edith, en su momento de dolor
Me lo arrancaron. Lo perdí. Latía
su joven corazón como una fuente
cansada de fluir, y lentamente,
su tiempo, gota a gota, se moría.
Y sin embargo hablaba y sonreía
como si fuera eterno su presente;
y era un soplo, una imagen transparente
presta a quedar, a contraluz, vacía.
Había entrado a mí de tal manera
su palabra gentil, que todo hubiera
sacrificado por sumarle un año.
Partió, y su sombra se quedó conmigo.
Ay, muerte, cómo te odio y te maldigo;
ay, mi arcángel de luz, cómo te extraño.
Los Angeles, 8 de junio de 2009