2352 - La hora postrera
Es difícil amar a quien se piensa
perder un día, que el amor requiere
cierta estabilidad aunque aligere
su condición de exhuberancia intensa.
Y sin embargo te amo. Me compensa
cuanto vivo y recibo. No me hiere
recelo de mañana, ni interfiere
con mi fervor un plan de autodefensa.
Déme el futuro lo que esté dispuesto.
Cada noche en espíritu me apresto,
como hago en cópula, al final del mundo.
Siempre es la hora postrera, el desenlace
de cuanto se ha vivido y cuanto se hace;
cada instante es el último segundo.
Los Angeles, 15 de abril de 2010