2355 - Nadie los oye, sino yo
Tantas cosas me invitan a su juego,
procuran seducirme con rumores
de madrigal, o zambra de colores,
pero consigo hacerme sordo y ciego.
Controlo mis sentidos, me despego
de fragancias, de tactos, de sabores,
amortiguo asperezas y rigores,
y sé hallar el sendero del sosiego.
Mas si puedo cerrar ojos y oídos,
no logro amordazar los alaridos
en que prorrumpe el corazón sangrante.
Nadie los oye, sino yo, intramuros;
residen en los fondos más oscuros
de la desolación de cada amante.
Los Angeles, 18 de abril de 2010