2731 - Dormidos los relojes
Me impregnaba con ella de la vida,
abismado en su fondo convulsivo.
El tiempo, tan trivial, tan fugitivo,
devino consistencia estremecida.
Dormidos los relojes, consumida
la hora final, el ímpetu festivo
cobró carácter de oleaje vivo,
marea azul de eternidad vestida.
En nuestro radical vocabulario,
perdió significado el arbitrario
sentido de orfandad, adiós, mañana.
Aquel intenso, inagotable instante,
sin umbral, sin ocaso, era el semblante
de nuestra propia infinitud humana.
Los Angeles, 3 de octubre de 2011