3336 - Marchitarse
Al conocerte germinó una rosa
dentro de mí, a su botón ceñida;
y al ir después vertiéndote en mi vida,
abriéndose ella fue, tan silenciosa.
Ápice del amor, y primorosa
explosión de belleza estremecida.
¿Quién, en tal coyuntura, no se olvida
de la espina al acecho, sigilosa?
Toda llama se apaga, todo viento
llega a amainar, y todo nacimiento
viene abocado a inevitable muerte.
Y la rosa más bella se desluce,
como el amor, que sólo nos seduce
por un tiempo, y en ruina se convierte.
Los Angeles, 17 de julio de 2013