418 - El fin
Llegó el tiempo, verdugo insobornable,
y ajustició al amor que ambos tuvimos;
ambos, como él, un tanto sucumbimos,
y a tus ojos, tal vez, soy el culpable.
Arbitrario el destino es, y mudable,
si disfrutado ayer, hoy le sufrimos;
cuanto logramos, cuanto decidimos,
antes de hacerlo se hizo inevitable.
Muerto ha mi amor. Si enamorado un día
parte fui de una ardiente fantasía,
ésta en mi alma ya se ha desvanecido.
Mira hacia atrás, archiva nuestra gloria
en el viejo anaquel de la memoria,
y rescátalo un día del olvido.
Los Angeles, 30 de enero de 2001