428 - Monólogo de la mujer apasionada
Llevo a remolque el alma ensangrentada
de amar entre la espina y el deseo;
en tu crisol mi realidad moldeo,
mi presencia a la tuya atenazada.
Si la noche te ausenta, qué truncada,
qué indefensa y atónita me veo,
qué hambrienta del salvaje forcejeo
que te trueca en león sobre la almohada.
Dame la infinitud de tu lenguaje,
propagador del único mensaje
que el flujo de mis venas aún entiende.
Y esa cálida carne que codicio,
sin ti ansiedad, contigo casi vicio,
que al adherirse a mí, la piel enciende.
Los Angeles, 5 de marzo de 2001