505 - Arbol que por ti crece
Mis manos, las raíces de mi mente,
calan en la humedad de tu terreno;
a qué viscosa oscuridad condeno
cada dedo en ti hurgando diligente.
Son raíces que ahondan lentamente
en suelo ya ni incógnito ni ajeno;
desde la cumbre del cerebro ordeno,
y tu tierra en su seno me consiente.
Absorberé tu savia alborotada,
regadío de toda mi enramada,
cruzando los anillos de la edad.
La verde fronda que en abril florece,
tanto a ti como a mí nos pertenece,
que en mí circula tu vitalidad.
Los Angeles, 2 de agosto de 2001