53 - Soledad de la joven casada
Písame con tu planta, peregrino,
y hazme sentir tu paso alborozado,
porque soy un sendero abandonado
por el que nadie marcha a su destino.
Soy un descolorido pergamino
con el texto anterior casi borrado;
ven y escribe en mí un himno apasionado
que despierte en el alma un torbellino.
Quiero cantar, y nadie está a la escucha;
brindo calor, y nadie lo percibe;
y al extender mis brazos no hay abrazos.
Estoy cansada de la eterna lucha
en que mi amor se entrega, y no recibe
sino desdén, tristezas o zarpazos.
Los Angeles, 18 de noviembre de 1997