57 - El oído
Escucharé a la puerta de tu pecho
la insistente llamada del latido,
pero ¿quién me dirá si ese sonido
canta feliz o llora insatisfecho?
He de permanecer siempre al acecho
del susurro, la risa y el gemido,
del suspiro de amor y del rugido
que ascienden en volutas de tu lecho.
Tus palabras anidan en mí mismo
como también el eco de tus plantas,
y el roce de la seda que te viste.
¡Qué sublime y magnífico egoísmo,
guardarme los rumores que levantas,
tu acento alegre, y tu cadencia triste.
Los Angeles, 24 de noviembre de 1997