816 - Qué bon amante (II)
“Dios, qué bon amante si oviera bona amada.”
Le vieron caminar por vez primera
al tropezar su luz en el ocaso;
hasta entonces no había dado un paso
que firme huella sobre el barro hiciera.
Ella surgió como una cordillera
del fondo de las aguas, como un vaso
intacto entre las ruinas del fracaso,
espléndida, imprevista primavera.
El se abrazó a una forma transparente,
que después se hizo sombra indiferente
diluyéndose en noche ciega y fría.
Hombre fiel, soñador, siguió aguardando,
manteniendo el amor, y disculpando,
y esperando su vuelta..., todavía.
Los Angeles, 3 de julio de 2003