882 - Yo, que esperé dormir
No es esta noche invitación al sueño,
ni al amor, que se niega a comprenderte;
es más bien un preámbulo de muerte,
acantilado en el que me despeño.
Inadmisible tu cariz risueño,
que en amargor de labios se convierte;
ya no voy a luchar por retenerte,
el fruto de tu mies es tan pequeño...
Yo, que dejé vacío mi granero
esperando la siega, y llega enero,
con su escarcha, y agosto se ha perdido.
Yo, que esperé dormir, y en la mañana
verme en tus ojos a la luz temprana,
ya no recuerdo haberte conocido.
Los Angeles, 2 de septiembre de 2003