893 - Mi fe
Mi fe era un templo de columnas de oro,
iridiscente, firme en la colina;
viento y lluvia embestían cada esquina
como embiste en la arena bravo el toro.
A cornadas del tiempo, y al sonoro
estallido del rayo, se reclina
sobre su propia base, y hoy en ruina
cantan sus piedras en callado coro.
Tal hundimiento no es apostasía,
duda, quizá; no es fuga, es agonía;
no es algo que escogí, me ha sido impuesto.
No sé si restaurar su arquitectura,
o si debo erigir nueva estructura,
formulándome un credo de repuesto.
Los Angeles, 7 de septiembre de 2003