914 - Tumba para una mujer
Aunque la noche en soledad me acosa,
las sábanas conservan tu fragancia;
a ti abrazado estoy en la distancia
sobre esta inmensa cama silenciosa.
Enterrada ella está en su propia fosa,
ni llanto tengo ni beligerancia;
tú has creado una nueva circunstancia,
y escrito mi desdén sobre su losa.
Una rosa amarilla, ya marchita,
sobre el cuello del ánfora dormita
en un sueño de muerte irreversible.
De tu mano la paz ha aparecido,
senos de gozo y espaldar de olvido,
tu interior de cristal, su alma ilegible.
Cantabria, 15 de octubre de 2003