935 - Hilo dorado
No muere el tiempo, ni transcurre en vano,
es un río de ocasos y de auroras,
sombras y luces esperanzadoras,
rodando inevitable por mi llano.
Hambrientas las tijeras en la mano
sus fauces abren amenazadoras
sobre el hilo dorado de las horas
que en el tapiz de mi recuerdo hilvano.
No puedo ya o no quiero urdir la trama,
se ha trocado el tapiz en amalgama
de hilachas de colores sin sentido.
Imposible enmendar el desacierto;
hoy, cuando doble la campana a muerto,
las tijeras harán su cometido.
Los Angeles, 14 de noviembre de 2003