957 - Lago (II)
Es la impasible calma del espejo,
que se deja mirar, y no rechaza;
su hueca y honda superficie abraza
cuanto arrebata inmóvil el reflejo.
Satinada epidermis de azulejo
que sólo el viento riza, despedaza
la lluvia innumerable, o amordaza
en círculos concéntricos el tejo.
Duplica el cielo, ya una esfera clara;
día y noche se asoman, ven la cara,
y en tránsito sonríen sol y luna.
En el cóncavo fondo luminoso
la nube, el olmo, el cerro hallan reposo
en el regazo de una vasta cuna.
Los Angeles, 5 de diciembre de 2003