989 - Despedida
Pálida la palabra se rezaga
con olor a partida sin regreso;
un intento de hablar, un retroceso,
llama que ya se enciende, ya se apaga.
Es el adios irrevocable daga
hendida en la mejilla, como el beso
de quien entrega al Justo, y queda preso
de sus acciones, y al final las paga.
No sé cómo decírtelo; he venido
en sequedad de espíritu vencido,
con temor de algún día lamentarlo.
Llueve hoy en mí, y tal vez en ti mañana,
lluvia que nos separa y nos hermana,
y tan difícil hace articularlo.
Los Angeles, 18 de diciembre de 2003