990 - Quietud
Enmudece el reloj del campanario,
y mi propio reloj se inmoviliza;
el tronco, antes en llamas, ya es ceniza,
luz, sombra, luz, en devenir diario.
En el sendero, el viento solitario
se ha detenido ya, no se desliza;
en el bosque, cada hoja movediza
encuentra su temblor innecesario.
Ni una estrella en la noche parpadea,
el mar ha detenido la marea,
todo está inmóvil, todo satisfecho.
Quietud extática en el aposento,
sosiego al exterior, y en tal momento,
tú junto a mí, desnuda, sobre el lecho.
Los Angeles, 18 de diciembre de 2003