Brevería 2305
Era un sedoso, rítmico aleteo,
como si el ángel de la paz viniera;
y era el vertiginoso zarandeo
que el ángel de la guerra promoviera.
Ambos entraron en mi alcoba un día,
marcando el mismo paso;
eran la placidez y la agonía,
bebida idéntica en distinto vaso.
Y bebí toda aquella sangre roja.
Amor, amor, qué absurda paradoja.
julio de 2010