Breverías
601
Es de noche en mi cuerpo, nadie acierta
a transitar mis vías más oscuras;
ven, forastero, que si te aventuras,
seré tu luz, y te abriré la puerta.
602
Qué espera sufro tan desesperada,
qué grito sofocado, qué anarquía
de sensaciones…, como si una espada
de fuego me dejara traspasada,
y mi carne se alzara en rebeldía.
603
Los senos son la almohada del deseo,
que del cansancio en languidez reposa;
la vuelta de hombre a niño, en un paseo
de manos y de labios, escarceo
erizante en la piel voluptuosa.
604
Vino, me amó y se fue; y a su partida
dejó una estela de silencio amargo
que no logré romper, y sin embargo
no he podido alejarla de mi vida.
605
Lésbica amiga, si se emancipara
este instinto apresado en mi sentido,
¿podrías sepultar en el olvido
el amor que tu amada te declara?
606
Hoy no te he hablado del amor. ¿Y qué?
¿Es que el silencio presupone mengua?
A falta de palabras, ¿no es la lengua
más elocuente que la mano fue?
607
Y desapareció en la multitud
dejándose absorber por el tumulto,
envejecida en plena juventud,
prófuga y en temor de la quietud
del dorado silencio en ella oculto.
608
A buril y martillo en el granito
el nombre de quien me ama dejo escrito;
y el de aquel que me insulta o me condena,
lo escribirán mis dedos en la arena.
609
Exploremos el reino ilimitado,
campo azul de la fantasmagoría,
en busca de esa amada o de ese amado
que nunca llega, que nos ha dejado
tan llena el alma de melancolía.
610
Está la tarde en llamas, y el lago te posee;
tú en el agua desnuda, yo sin poder tocarte;
invítame a tu lado, que tu espalda se arquee,
y en tus concavidades logre profundizarte.
611
Me dio su cuerpo, no su corazón;
la pregunté por qué; fue su respuesta:
"No hay espinas en rosas de pasión,
y rosa viva de pasión es ésta."
612
Todos buscamos la felicidad,
cada cual donde quiere o como puede;
lo que demuestra, cuando así sucede,
que nadie la ha encontrado de verdad.
613
El mismo sol a todos ilumina,
a todos acaricia el mismo viento,
cubre a todos el mismo firmamento,
el mismo instinto a cada cual domina;
pero aún teniendo idénticos ambientes,
tenemos horizontes diferentes.
614
He atrapado en mis manos una nube,
guardándola en la funda de la almohada;
y en la noche mi mente fatigada
en incensante vuelo sube y sube,
hasta el pórtico azul de la alborada.
615
Llovizna de nostalgias, insistente,
crispándote la piel, bajo el vestido…
¿Retornará el pasado hacia el presente,
o seguirá lloviendo hasta que ausente
de ti misma se pudra en el olvido?
616
Quiero encontrarte al borde de la tarde,
cuando la noche acecha tus temores;
y el rebaño de lúgubres rumores
que hace de ti un espíritu cobarde,
será por mí una brisa entre las flores.
617
Yo estaba al filo de mi resistencia,
tú con la obstinación de tu deseo,
yo con la candidez de mi inocencia,
tú con curiosidad sin parpadeo,
yo con mi timidez e inexperiencia,
tú en agresividad sin titubeo;
y al fin capitularon mis accesos,
amando todos ellos tus excesos.
618
No quiero lamentarme del pasado,
que mis quejas no pueden alterarle;
muerto está aquel amor, y sepultado,
pero, ay de mí, que no logro olvidarle.
619
El alma tiene sus enfermedades,
unas benignas, otras virulentas;
hoy tal vez adolece de verdades,
mañana de estrategias fraudulentas;
de tristeza, silencio, soledades,
no por mayor quietud menos sangrientas;
puede hallar en el goce sufrimiento,
y en la felicidad, aburrimiento.
620
Permanece a mi lado enmudecida,
que las palabras son al sentimiento
opresivo armazón; sólo tu aliento
me hablará, ya despierta, ya dormida.
621
Quiero vivir en paz, sin enemigo,
mas si la paz no arraiga en esta tierra,
habré de conquistarla con la guerra,
aunque la tenga que luchar contigo.
622
No es un problema acumular edad,
si el alma con los años envejece;
mas si conserva su vitalidad,
mientras el cuerpo tiembla o se adormece,
¿cómo anudar esta disparidad
de quien declina ya, a quien permanece?
Ah, corazón, que dictas turbulencia,
y encuentras en la piel desobediencia.
623
La indecisión no existe, pues si tienes
una opción de elegir, pero no eliges,
has elegido ya. ¿De qué te aflijes?
Tanto eliges si estás como si vienes.
624
Dormido aquél está que sólo ve
cuanto a llegado a ser, cuanto ha obtenido;
es tan corto el camino recorrido,
tan largo el que se ofrece a nuestro pie....
625
Cuántas ciudades, mares y paisajes
nos convocan con voces silenciosas
a sus luces, mareas y ramajes,
a su bullicio, su fragor, sus rosas.
Quién tuviera una vida de viajes,
tejida de aventuras prodigiosas....
y otra vida después, de ritmo manso,
para la remembranza y el descanso.
Sonetos
376 - Pesadilla I
Densa sombra me abraza, sombra fría,
húmeda sombra en fondo silencioso,
fétida el agua a la cintura, en foso
de soledad, olvido y agonía.
Pendiente sobre mí, la lejanía
de un círculo de cielo nebuloso,
cuyo grito callado y poderoso
me ordena alzarme hacia la luz del día.
Y grieta a grieta a mi ascensión procedo,
con una mezcla de esperanza y miedo
de no poder llegar al aire puro.
Ya casi al borde del brocal del pozo,
y un ángel negro me derrumba el gozo,
desplomando mi cuerpo al fondo oscuro.
Los Angeles, 31 de julio de 2000
377 - Pesadilla II
Duermo consciente de que estoy dormido,
e intento despertarme, y desespero,
amordazado, inmóvil prisionero
incapaz de protesta o de gemido.
Se alza sobre mi tórax oprimido
greñudo monstruo de mirar severo,
de contextura y músculos de acero,
sin acción, sin palabras y sin ruido.
Inútil es mi esfuerzo en desplazarlo,
intento despertarme sin lograrlo,
y el fuelle pulmonar se me revienta;
pienso, mas no razono, desvarío,
y empapada la piel en sudor frío,
aún desvelado, el sueño me amedrenta.
Los Angeles, 31 de julio de 2000
378 - Pesadilla III
Sólo intento reposo a mi fatiga
y en las brumas del sueño diluirme;
no sé de qué o por qué quiero evadirme,
ni quién con tanta sinrazón me hostiga.
Desconocida cáfila enemiga
se obstina infatigable en perseguirme,
y no he de resistirles a pie firme,
ni batalla daré ni urdiré intriga.
Mas van los pies tan lentos en la huída
que pierdo ya girones de la vida
en las garras de mis perseguidores.
Oh, qué desesperante forcejeo,
y qué estéril esfuerzo, pues me veo
despertando en angustia y en sudores.
Los Angeles, 1 de agosto de 2000
379 - Pesadilla IV
Negra es la noche, y en tu busca avanza
mi pie inseguro en las desiertas ruinas;
rasga mi piel, no sé si las espinas,
o un espectro que en torno de mí danza.
La sombra más oscura se abalanza,
repitiéndose en todas las esquinas
en siniestras salidas repentinas,
forma sin cuerpo en planes de venganza.
En temor inicié mi derrotero,
en pánico creció, y hoy desespero
esclava del terror de no enconrtrarte.
Y en el mar de esta noche y de esta vida,
náufrago soy, mi nave sumergida,
sin ti, sin más que mi avidez de amarte.
Los Angeles, 2 de agosto de 2000
380 - Clefayri
“Quiero compartir contigo mi tristeza infinita. Esta madrugada,
mi gata Clefayri murió victima de mil golpes ocasionados por un atropellamiento. La gata estaba embarazada y nada se pudo hacer
para salvar a las crías. Estuve con ella hasta las 3 de la mañana,
momento en que cerró finalmente y para siempre sus ojos azules.
Tenía viviendo y conviviendo conmigo mas de 4 años;
era una hermosa gata blanca siamesa con las orejas
y el hociquito castaño”. (Una amiga)
Nunca podré saber si hubieran sido
tres o cuatro gatitos dormilones,
tres o cuatro diablillos juguetones,
porque ni tres ni cuatro me han nacido.
Muerte injusta, de nuevo has añadido
sangre, dolor, violencia a tus blasones,
y caprichosa o sádica dispones
que el débil caiga a la segur rendido.
A esta madre chiquita, toda blanca,
y ojos azules, tu impiedad la arranca
su diminuta vida tan temprano.
Cómo quedó mi corazón deshecho,
viéndola reposar sobre mi pecho,
y extinguirse en el hueco de mi mano.
Los Angeles, 8 de agosto de 2000
Poemas
Mirando atrás
He de morir mirando sobre el hombro,
de cara a mis mejores realidades;
nunca el futuro me ha causado asombro
con su enjambre de posibilidades:
Un quizás, un enigma en claroscuro,
más que respuestas, una interrogante,
océano inseguro
que a tierra ignota lleva al navegante.
Ni me ha sobrecogido
la existencia aparente
de ese soplo nacido y evadido,
que llamamos presente.
Miro hacia atrás y a mí mismo me veo,
como soy, como fui, como me ha visto
la multitud con la que me codeo,
los amigos con quienes coexisto.
Y más lejos aún, generaciones
auténticas, tangibles,
con sus triunfos y sus contradicciones,
sus derrotas y sueños imposibles.
Gentes de carne y hueso,
como yo, de pasión enarnecidas,
capaces de matarse por un beso,
o curarse uno al otro las heridas.
No soy sino eslabón en la cadena
forjada con el hierro de la historia,
eslabón que chirría o que resuena
con voz de duelo o cántico de euforia.
Pude haber sido todo en el pasado,
con las huestes de Atila, sanguinario,
en el Renacimiento, refinado,
o místico en el claustro, y visionario.
Tal vez esclavo en la revolución
de Espartaco en inútil rebeldía,
o en las serenas aulas de Platón
disertando sobre filosofía.
O traficante de armas, equipando
al débil como al fuerte,
indiferente a un bando u otro bando,
señor de mercaderes de la muerte.
Pude haber sido trovador, amante,
siervo, mendigo, explorador, artista,
o pistolero abjecto e ignorante
pintado de color nacionalista.
De todos ellos heredero soy,
de unos con honra, de otros con afrenta,
de su sangre y sus huesos hecho estoy,
su colectividad me representa.
Auténticas, genuinas realidades
que tuvieron y tienen existencia,
por eso miro atrás, a sus verdades,
no a un porvenir envuelto en apariencia.
Y moriré con la mirada ardiente
hacia el pasado cierto,
y vivo estaré en él, aunque la gente
me considere muerto.
Enterradme en un campo de violetas
bajo la hierba verde,
donde me han precedido otros poetas,
y como a ellos tal vez se me recuerde.
Los Angeles, 24 de julio de 2000
Accidente mortal
Tal vez no tuvo nombre, ni dueño, ni cobijo,
callejero incesante, perenne vagabundo,
resignado a una suerte triste que no maldijo
a pesar de saberse marginado del mundo.
En el fondo sin fondo de sus ojos afables
resaltaba un destello de innegable tristeza,
el mismo brillo noble que los más miserables
enmascarar no pueden dentro de su pobreza.
Las calles no eran suyas, aun siendo su morada,
jungla inhospitalaria de metal y cemento,
jugándose la vida cruzando la calzada,
sin adquirir destreza con cada nuevo intento.
Iba con el desprecio que tiene de la vida
quien nunca tuvo nada, y al morir nada pierde,
consciente de que el día que ocurra su partida,
nadie habrá que le llore, nadie que le recuerde.
Y ayer, sobre el asfalto, llegó tarde el frenazo,
acompañando al golpe desgarrador aullido,
y la bestia de hierro, tras el brutal zarpazo,
reanudó indiferente su habitual recorrido.
Duermes sobre el bordillo tu sueño irreversible,
con un hilo de sangre fluyendo de la boca;
ya has alcanzado, amigo, tu paisaje apacible,
campos sin carreteras de ligereza loca.
Mi mano te acaricia, mas no sientes el roce
de mis dedos errantes sobre tu tibia piel;
qué sereno reposas, como quien reconoce
que la muerte es rescate de una vida cruel.
Duerme, perro sin dueño; tan tarde conocido
que de ti no me llevo sino un recuerdo triste;
duerme, cachorro, duerme, que ya has sido elegido
compañero de un ángel que sólo por ti existe.
Los Angeles, 28 de julio de 2000
Sunset Hotel
Han llegado cargados de extrañas herramientas,
bidones de pintura, rodillos y pinceles,
profanando añoranzas remotas, soñolientas,
de sencillos idilios y pasiones infieles;
traen prosaicos bosquejos de formas corpulentas,
y será uno de tantos asépticos hoteles;
y el arcaico edificio de aquel primer encuentro,
aunque cambie de rostro, le llevaremos dentro.
Arrancarán la alfombra, de colores neutrales
pintarán las paredes, cambiarán los espejos,
y al llevarse en pedazos los quebrados cristales,
se llevarán tu imagen en múltiples reflejos,
sombra a todos oculta, de perfiles sensuales,
que sólo yo percibo, tan cercana y tan lejos.
Oh el espejo discreto, el espejo testigo
de tantas fantasías realizadas contigo.
Y los besos dormidos en paredes y techo,
los besos otorgados, los besos recibidos,
fluídos de dos cuerpos desnudos sobre el lecho,
y en guirnalda invisible hasta hoy entretejidos,
quedarán sepultados en el confín estrecho
de un color sobre el otro, y en sombra sumergidos.
Y otros besos sobre ellos, al correr de los años,
quedarán estampados, pero serán de extraños.
La alcoba en que nos vimos un día, y nos amamos,
ya no será la misma, ya no nos pertenece,
han borrado las huellas íntimas que dejamos,
y al fondo del espejo nuevo ya no aparece
la silueta desnuda que entonces reflejamos;
sólo un vago recuerdo en el aire permanece.
Tu huella en mi memoria nadie podrá borrarla,
y nadie entrará al alma para remodelarla.
Los Angeles, 2 de agosto de 2000
Ya no me dices “Te amo”
“Esta noche al oído me has dicho dos palabras
comunes. Dos palabras cansadas
de ser dichas.” (Alfonsina Storni)
Nunca pude saber qué pretendías
cuando una y otra vez, eco insistente,
la queja de tus noches y tus días
me azotaba la mente.
¿Era mi amor acaso sordo y mudo
que apenas respondía a tu terneza?
No, no lo fue; pudo decirlo, pudo
reiterar la riqueza
de vocablos o frases familiares
que han adquirido tal monotonía
como la luz del día,
como el llanto del viento en los pinares.
Algo que, si flamante,
rasgueara las cuerdas de la lira,
emitiría plenitud vibrante
de melodía al alma que suspira.
Pero esas cuerdas han sido rozadas
tantas veces que ya sus vibraciones
llegan inadvertidas, o cansadas,
monótonas canciones
que sólo se oyen pero no se atienden,
sin lograr transmitir lo que pretenden.
Hay lenguajes más íntimos, más claros,
que no se debilitan
con la repetición, como disparos
que inevitablemente nos agitan.
Lenguaje de la acción, de la mirada,
de la entrega magnánima, constante,
que sin fórmulas dicen a la amada
cuanto ella escuchar quiere del amante.
Es un ‘te quiero’ firme y silencioso,
repetido a diario,
cuyo tácito grito poderoso
hace cualquier vocablo innecesario.
Las palabras, ya beso, ya cuchillo,
pierden irreversiblemente el brillo,
y la expresión de ayer, resplandeciente,
será tal vez mañana indiferente.
Mira más bien la acción,
que las palabras vuelan en el viento,
deja escuchar tan sólo al corazón,
que el oído es ajeno al sentimiento.
Los Angeles, 4 de agosto de 2000
Huellas del beso
No sé por qué tus labios me despiertan
besos lejanos que jamás me diste;
no saben desterrarlos, o no aciertan
a dejarlos dormir. Cuando viniste,
rozándome la carne, de puntillas,
nadie te vio, nadie escuchó tu paso,
sino un temblor ligero en mis rodillas,
trémulo de enfrentarme a otro fracaso.
Cuántas veces idéntico sendero
nos conduce a dispares objetivos,
y en el nuevo, no vemos que el primero
aún nos mantiene en su poder cautivos.
Y no sirve pensar que lo pasado
pasado está, que nunca ha de volver;
ayer, más que un diseño ya borrado,
es espectro que vuelve a aparecer.
Y así fluye la vida, una amalgama
de incidentes que fueron, y que son,
que no se desvanecen; una trama
de dolores, de olvidos, de ilusión;
como rosa que cada primavera
asiduamente en el rosal florece,
nube inquieta, incesante viajera,
o estrella que a la aurora palidece.
Quizá tus besos son evocadores
de nube transeúnte, antigua rosa,
o estrella cuyos últimos fulgores
se extinguieron, y duerme silenciosa.
Hay tanto nuevo en cada beso, hay tanto
que arrastramos de antiguo, tanta vida,
tanto de gozo, soledad y llanto,
tanto de acogedor y despedida,
que un beso no es un beso solo, aislado,
es una larga historia enmarañada
aflorando a un presente arrebatado,
que abraza todo, y que no olvida nada.
Los Angeles, 7 de agosto de 2000
Nada
Cansado el cuerpo está de sus labores,
cansada de pensar está la mente,
cansado el corazón, que ya no siente,
cansado yo, en cadenas y en sudores,
al fin del sueño en que te hiciste ausente.
Y ahora quiero dormir en lecho frío,
sin soñar, sin sentir, sin despertarme;
un sueño negro en el que desplomarme,
en un silencio inmóvil, tan vacío
que sólo muertos han de acompañarme.
Y al completar los siglos su carrera,
y un ángel de trompeta plateada
lance al aire el clamor de su llamada,
y el polvo resucite, yo a la espera
he de quedar de convertirme en nada.
Los Angeles, 13 de agosto de 2000
Deja hablar a la piel
Duérmanse las palabras, no repitan
su cansado, monótono estribillo,
hojas flotando al viento, amarillentas,
en el otoño su frescor marchito.
Tuvieron su momento, destellaron
en luces y sonidos,
luego perdieron nervio,
y olvidaron su oficio
hasta yacer en lánguida apatía,
piezas muertas de inmóvil mecanismo.
Hoy la expresión se nutre
de nuevo colorido,
savia fluyendo en retorcidas venas,
vitalidad nacida del instinto.
Deja hablar a la piel, cálida y suave,
erizada en vocablos infinitos,
voces que no envejecen,
aunque una y otra vez digan lo mismo;
deja hablar a la piel, lengua obstinada,
ya en términos furtivos
de rodilla avanzando entre los muslos,
o dedos atrevidos
trepando ineludibles
bajo la superficie del vestido;
deja hablar a la piel, con la apagada
dulzura del suspiro,
con el revuelo de alas sacudidas,
con la sonoridad del mar, o a gritos.
La piel contra la piel, qué largas lenguas,
qué multitud de besos clandestinos,
o palabras de nuevo troqueladas
con un concepto cada vez distinto.
Lenguaje inagotable,
de perenne inflexión y colorido,
que no se desvirtúa
por la repetición o los modismos.
Háblame así, en coloquio interminable,
y escúchame tú mismo,
piel contra piel; que las palabras duerman
en alejado exilio,
y esta conversación acariciante
nos absorba en perenne remolino.
Los Angeles, 16 de agosto de 2000
Punto de vista
Amó sólo una vez. Qué larga vida
para espacio tan autolimitado…
o qué estrechez de tierra conocida
para período tan prolongado.
Y el otro tanto amó, tan extendida
fue su pasión, su amor tan derramado,
que llevó el corazón al descubierto,
y repobló de flores el desierto.
¿Fue el primero tal vez superficial,
carácter tibio, rutinario amante,
que bajo máscara de carnaval
ocultaba actitud titubeante?
¿Fue el segundo más firme y más leal,
en su porte gentil y exhuberante?
Vemos las cosas, más que como son,
desde el punto de nuestra dimensión.
Los Angeles, 17 de agosto de 2000
La nueva ley
“Ama y haz lo que quieras”. (San Agustín)
Se ha legislado todo, ya no quedan
libres caminos, cándidas acciones;
sólo normas que acotan o que vedan,
y reglamentos, y disposiciones.
Hay principios políticos, sociales,
reglas de urbanidad, preceptos éticos,
leyes proteccionistas de animales,
y métodos estéticos;
código criminal, civil, canónico,
reglamentos de juego,
fórmulas para el orden económico,
para la paz, la guerra, el alto el fuego.
Un monstruo cefalópodo despliega
sus tentáculos estranguladores
sobre todos nosotros, y nos niega
nuestros impulsos más arrolladores.
Yo me emanciparé de su dominio,
quemaré protocolos y ordenanzas
que intentan provocar el exterminio
de nuestras esperanzas.
Y escribiré una ley, tan sólo una,
que invalide cuantas están escritas,
ley formulada en palidez de luna
sobre nocturnas citas.
Una ley que libere, que no oprima,
tan clara al iletrado como al culto,
que por igual a quien sonría o gima
sea razón de aplauso, no de insulto.
Ley que diga: “Te quiero si me quieres,
y aún sin quererme te querré y te quiero,
te antepongo a derechos y deberes,
y en tu ausencia te espero y desespero.
Si decides volver, he de acogerte,
si no regresas, seguiré esperando,
en mí te llevo, aunque sin retenerte,
y te contemplo sin estar mirando.
Libre has de ser de amarme u olvidarme,
y libre he ser yo en mis sentimientos,
sin que puedan lograr intimidarme
órdenes, normas, ley o reglamentos.”
Los Angeles, 18 de agosto de 2000