Sonetos
14 - No sé qué hacer
Me llamas con tu grito desolado
Y no sé responder debidamente.
Mis palabras no expresan lo que siente
Mi pobre corazón desesperado.
Hay momentos que amor ha renunciado
Incapaz de escuchar la voz doliente,
Y aunque vuelve otra vez, y se arrepiente,
de nuevo se aniquila destrozado.
En este ir y venir, sin saber cómo,
En esta agitación, sin saber cuándo,
En esta triste opción que dejo y tomo,
Vivo en la confusión, siempre pensando
Qué puedo hacer por tí, cuando me asomo
A tu alma herida, viéndola llorando.
Los Angeles, 6 de agosto de 1997
15 - Invitación
Tendida sobre el borde de la cama,
Colgaba la ondulante cabellera
Como en profunda catarata fiera,
Que el rojo vivo de pasión derrama.
El intenso mirar de ardiente llama
Dulce y provocativo y firme, era
Como una invitación tan a la espera
Que esperar fuera insulto hacia la dama.
La miré, me acerqué y a sus mejillas
Tendí las manos con temblor ligero,
Percibiendo en su cuerpo un sobresalto.
Sonrió, la besé, vi sus rodillas
Abrirse como rosa en el florero,
Y me dejó tomarla por asalto.
Los Angeles, 6 de agosto de 1997
16 - Entrega
No quiero argumentarte con razones,
Ni discutir deberes ni derechos.
Quiero poner mis manos en tus pechos,
Y mi cálida lengua en tus pezones.
Quiero fundir en una dos pasiones,
Unir en uno separados lechos,
Rodearte de abrazos tan estrechos
Que hagan latir al par dos corazones.
Y cuando sientas mi total entrega,
Y tu cuerpo responda enteramente,
No habrá en nosotros nada que se niega.
Vibrarás de lujuria irreverente,
Y aceptaré cuanto de tí me llega,
Dulce, tierno, agresivo o indecente.
Los Angeles, 6 de agosto de 1997
18 - Tus palabras
A veces flechas raudas y candentes
Disparadas al aire en busca mía;
A veces perros en cruel jauría
Avanzando los clavos de sus dientes.
O quizá las pedradas inclementes,
O el tiro por la espalda en agonía,
O el puñal en el pecho en noche fría,
O el veneno letal de las serpientes.
Tal suenan tus palabras, desgarrando
La fábrica moral del sentimiento,
Que llora, sin saber cómo ni cuándo
Surgió en la vida el singular momento
En que murió el amor, pulverizando
En el alma hasta el último fragmento.
Los Angeles, 8 de agosto de 1997
19 - Sus palabras
A veces manso arroyo, acariciando
Las flores, al rodar de la corriente;
A veces la frescura de la fuente
Apagando el sudor, y refrescando.
O quizá el fuego intenso, llameando,
O un rayito de luna sonriente,
O el fulgor de la aurora en el oriente,
O la mano en el hombro, reanimando.
Tal suenan sus palabras en mi oído,
Incesante raudal de amor y entrega
Que da el suspiro, pero no el gemido.
Copa de vino que a mis labios llega,
Puerta cerrada al golpe del olvido,
Guía segura para el alma ciega.
Los Angeles, 9 de agosto de 1997
20 - Efímera
Se dió a mí toda, aunque jamás nos vimos,
Y un día se alejó, confusa y triste.
En el alma vacía aún hoy persiste
El eco del amor que nunca hicimos.
¿Por qué en la vida vamos y venimos
con esta indecisión que se resiste,
sin ver que en el amor todo consiste
en el momento actual en que vivimos?
Dudas, y celos, e imaginaciones
Arrasan el castillo de los sueños
Y enmudecen la voz enamorada.
Es una muerte estéril, sin razones,
Causada por motivos tan pequeños
Que, aunque parecen todo, no son nada.
Los Angeles, 17 de agosto de 1997
21 - Lamento de la Esposa
Nuestro amor fue un torrente de pasiones,
Un remanso de besos y ternura,
Pero el frío cruel de la amargura
Ha congelado nuestras relaciones.
Suenan gemidos donde oí canciones,
Veo abandono donde vi dulzura,
Y en la niebla de triste desventura
Vagan perdidos ambos corazones.
Tus labios se alejaron de mi boca,
Mis pechos no recuerdan ya tus manos,
Y mis brazos son huérfanos sin tí.
No me penetra ya tu furia loca,
Y al ver que en tí son mis deseos vanos,
Si alguien se ofrece, le diré que sí.
Los Angeles, 18 de agosto de 1997
22 - Lamento de la Madre
Les ví alejarse, firmes en su intento,
Y un fulgor luminoso en la mirada;
Y al punto comprendí que nadie o nada
Podría ensombrecer su firmamento.
¡Qué entrañable y que triste ese momento,
y qué esperanzadora la alborada
que ha de alumbrar la senda, vinculada
a un porvenir brillante o turbulento.
El joven marcha con el paso airoso,
La mujercita con pisada leve,
Ambos con mucho de ellos y más mío.
Mi corazón les mira temeroso,
Y es su ausencia, en el alma, como nieve…
¡Qué frío está el hogar, y qué vacío!.
Los Angeles, 18 de agosto de 1997
23 - Lamento del Niño
Fui obligado a nacer, y a mi llegada
No hubo fiestas, ni luz, ni regocijo;
Era una boca más, un otro hijo,
Voz silenciosa, súplica ignorada,
Sin sonrisas, ni amor, y el alma helada.
Quizá antes de nacer, alguien maldijo
La simiente del hombre que se dijo
Padre mío, sin ser padre de nada.
¡Oh, Dios, si tu bondad es infinita,
por qué permites este obrar maldito,
y tu poder no aplasta la maldad?
Desciende de tu altura, inhabilita
La mano que ejecuta este delito,
Y vuelve hacia el cruel su crueldad.
Los Angeles, 19 de agosto de 1997
24 - Lamento de la Doncella
Bajo mi piel se agita incontrolable
Un alud de deseos encrespados,
Que el viejo ha de llamar desenfrenados,
Y el joven sensación inevitable.
¿Cómo he de hacer en esta formidable
avalancha de instintos arraigados,
que anhela mis vestidos desgarrados,
y exige posesión interminable?
Quiero que un hombre venga y me avasalle;
Quiero entregarme en absoluta ofrenda;
Quiero ser y tener una obsesión.
Y cuando el corazón vibre y estalle,
Mi cuerpo ha de correr libre y sin rienda,
Con desenfreno y sin vacilación.
Los Angeles, 19 de agosto de 1997
25 - Lamento del Esposo
¡Qué rudo despertar en este día,
con el frío en los huesos, y tú ausente!
Yacías a mi lado, y en mi mente,
Mas no pude sentir tu compañía.
Mi memoria en tu busca descendía
Revisitando el corazón doliente,
Y hallando sólo el eco indiferente
De quien un tiempo fue, mas ya no es mía.
Ya no me das la dulce primavera
De intensa juventud, de amor sin quejas,
De entrega sin reserva, y de placer.
Me has cerrado tu cuerpo, y tu alma entera,
Y tan sólo una opción ahora me dejas:
Acogerme al calor de otra mujer.
Los Angeles, 19 de agosto de 1997
26 - Desde lejos
Cada noche me invitas a tu lado,
y mi cuerpo se queja en la distancia,
viendo que tu sensual exhuberancia
se consume en un fuego malogrado.
El paisaje del alma, desolado,
sin tiempo, ni lugar, ni circunstancia,
vive una noche oscura, en la ignorancia
de la luz que tu ausencia le ha negado.
Ven a mí, no retardes este encuentro,
que el corazón me duele de esperarte,
y sólo tu recuerdo llevo dentro.
Quiero también tu cuerpo para amarte,
tu flor abierta en la que yo me adentro,
y nunca más permanecer aparte.
Los Angeles, 31 de agosto de 1997
27 - Decepcionada
Te ví en la fría sombra de la pena
de cara al muro de la soledad,
al sentir que la voz de la amistad
degeneró en rumor de voz ajena.
La decepción impuso su cadena
en torno a tí; pero su crueldad
te hirió en el alma, no en la dignidad;
no eres tú quien merece la condena.
Si el corazón derrama confianza,
y con su luz a todos ilumina,
es justo que alentemos esperanza.
Mas si recibe el clavo de una espina,
quizá en lugar de optar por la venganza,
tuerza el rumbo en la senda en que camina.
Los Angeles, 31 de agosto de 1997
28 - Mi corazón
¿Cómo es mi corazón? Quizá es la encina
fime y austera sobre el campo yerto;
quizá el almendro en flor, en fértil huerto;
o el enhiesto ciprés en la colina.
O el sauce triste que el ramaje inclina;
o el olmo umbroso en el paisaje abierto;
o quizá es la palmera en el desierto,
de fresca sombra al alma peregrina.
A veces resistiendo imperturbable
la lluvia, el frío, el vendaval violento,
sin doblegarse a extraña turbulencia.
Y a veces abatido y vulnerable,
sus ramas desgajadas por el viento,
e inseguro de su supervivencia.
Los Angeles, 1 de septiembre de 1997
29 - Amor muerto
He visto retornar la primavera,
en el áspero invierno anticipada,
pero no me ha cubierto su llegada
del gozo de que se hace pregonera.
Cuántos meses oscuros, a la espera
permanecí, soñando su alborada,
y ahora, al venir, me deja el alma helada,
y un amargo sabor que desespera.
El rosal que plantaste en mis jardines
no ha visto florecer ninguna rosa,
ni ha sentido volar los ruiseñores.
Lúgubres trompas, no alegres clarines,
rompen el aire en marcha tenebrosa,
llorando al sepultar nuestros amores.
Los Angeles, 1 de septiembre de 1997
Poemas
Envíos
1.
La muda alegría de tu voz escrita
resuena en mis ojos con rumor callado.
Tu risa me invade, tu boca me invita,
y, aunque tan lejana, yaces a mi lado.
2.
Sumérgeme en tu abrazo, caldéame en tu fuego,
derrámate en mi vida como una lluvia de oro;
deslúmbrame los ojos para volverme ciego,
y encerraré tu imagen como único tesoro.
Los Angeles, 3 de julio de 1997
Idea de Mujer
Has despertado en mí un hambre de vida
que clama por tu amor en la distancia.
Siempre te tuve dentro, aunque dormida,
vertiendo sobre mí dulce fragancia.
En mis noches de insomnio percibía
tu suave respirar, tranquilo y lento,
colmando el corazón de una alegría
como tropel de pájaros al viento.
Me enamoré de tí sin conocerte;
circulaste en la sangre de mis venas;
te contempló mi amor sin poder verte,
y te dí cuanto soy a manos llenas.
Te apoderaste, en fin, de mi cerebro
y te llevé en mi caminar constante.
Pero hoy eres real, y te celebro
como la idea que ha de ser mi amante.
Los Angeles, 3 de julio de 1997
Junto al río
Mientras el río pasa,
mi amor se queda,
alegría en los ojos,
fuego en las venas.
A la sombra de los álamos
te encontré un atardecer,
mi sonrisa y tu sonrisa
desnudándose a la vez,
francas, abiertas, sinceras,
sin máscaras ni doblez.
Cantaba el agua en las piedras,
lamiéndolas al correr,
y el sol filtraba sus rayos
acariciando tu piel.
Mientras el río pasa,
mi amor se queda,
alegría en los ojos,
fuego en las venas.
Como el sol y como el agua
yo te quise acariciar.
Como tu piel y las piedras,
tú lo querías aún más.
Queríamos loquerías,
comprendiendo sin hablar.
Me tendí sobre la hierba,
oh, qué remanso de paz,
mi cabeza en tu regazo,
mi mirada en tu mirar.
Mientras el río pasa,
mi amor se queda,
alegría en los ojos,
fuego en las venas
Tus manos eran dos rosas
de perfumado color,
rozando leves mi rostro
temblorosas de emoción;
y eran mis manos gaviotas
volando a tu alrededor,
tocándote su aleteo
como un rayito de sol.
Flotaba en el aire un eco
de melodiosa canción.
Mientras el río pasa,
mi amor se queda,
alegría en los ojos,
fuego en las venas
La primavera traía
rumor y aroma sin fin;
y fue su renacimiento
anidando en tí y en mí.
Descendió tu beso ardiente,
el primero de otros mil,
sobre mis labios, y fueron
la canción que nunca oí.
Tú me diste la armonía,
y me enseñaste a sentir.
Mientras el río pasa,
mi amor se queda,
alegría en los ojos,
fuego en las venas.
La tarde fue declinando,
se acercó la noche oscura
y el silencio en la espesura.
El agua siempre cantando.
Ella me siguió besando,
y siguió siendo besada
bajo la verde enramada.
Y al aparecer la luna
la aseguré que ninguna
sería tan bien amada.
Mientras el río pasa,
mi amor se queda,
alegría en los ojos,
fuego en las venas
Los Angeles, 7 de julio de 1997