Poemas de amor, de soledad, de esperanza de
Francisco Álvarez Hidalgo
Amar a una mujer

Índice

Sonetos:
No sé qué hacer Invitación Entrega Tus palabras Sus palabras Efímera Lamento de la Esposa Lamento de la Madre Lamento del Niño Lamento de la Doncella Lamento del Esposo Desde lejos Decepcionada Mi corazón Amor muerto
Poemas:
Envíos Idea de Mujer Junto al río
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Sonetos

14 - No sé qué hacer
Me llamas con tu grito desolado Y no sé responder debidamente. Mis palabras no expresan lo que siente Mi pobre corazón desesperado. Hay momentos que amor ha renunciado Incapaz de escuchar la voz doliente, Y aunque vuelve otra vez, y se arrepiente, de nuevo se aniquila destrozado. En este ir y venir, sin saber cómo, En esta agitación, sin saber cuándo, En esta triste opción que dejo y tomo, Vivo en la confusión, siempre pensando Qué puedo hacer por tí, cuando me asomo A tu alma herida, viéndola llorando.
Los Angeles, 6 de agosto de 1997
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15 - Invitación
Tendida sobre el borde de la cama, Colgaba la ondulante cabellera Como en profunda catarata fiera, Que el rojo vivo de pasión derrama. El intenso mirar de ardiente llama Dulce y provocativo y firme, era Como una invitación tan a la espera Que esperar fuera insulto hacia la dama. La miré, me acerqué y a sus mejillas Tendí las manos con temblor ligero, Percibiendo en su cuerpo un sobresalto. Sonrió, la besé, vi sus rodillas Abrirse como rosa en el florero, Y me dejó tomarla por asalto.
Los Angeles, 6 de agosto de 1997
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16 - Entrega
No quiero argumentarte con razones, Ni discutir deberes ni derechos. Quiero poner mis manos en tus pechos, Y mi cálida lengua en tus pezones. Quiero fundir en una dos pasiones, Unir en uno separados lechos, Rodearte de abrazos tan estrechos Que hagan latir al par dos corazones. Y cuando sientas mi total entrega, Y tu cuerpo responda enteramente, No habrá en nosotros nada que se niega. Vibrarás de lujuria irreverente, Y aceptaré cuanto de tí me llega, Dulce, tierno, agresivo o indecente.
Los Angeles, 6 de agosto de 1997
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18 - Tus palabras
A veces flechas raudas y candentes Disparadas al aire en busca mía; A veces perros en cruel jauría Avanzando los clavos de sus dientes. O quizá las pedradas inclementes, O el tiro por la espalda en agonía, O el puñal en el pecho en noche fría, O el veneno letal de las serpientes. Tal suenan tus palabras, desgarrando La fábrica moral del sentimiento, Que llora, sin saber cómo ni cuándo Surgió en la vida el singular momento En que murió el amor, pulverizando En el alma hasta el último fragmento.
Los Angeles, 8 de agosto de 1997
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19 - Sus palabras
A veces manso arroyo, acariciando Las flores, al rodar de la corriente; A veces la frescura de la fuente Apagando el sudor, y refrescando. O quizá el fuego intenso, llameando, O un rayito de luna sonriente, O el fulgor de la aurora en el oriente, O la mano en el hombro, reanimando. Tal suenan sus palabras en mi oído, Incesante raudal de amor y entrega Que da el suspiro, pero no el gemido. Copa de vino que a mis labios llega, Puerta cerrada al golpe del olvido, Guía segura para el alma ciega.
Los Angeles, 9 de agosto de 1997
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20 - Efímera
Se dió a mí toda, aunque jamás nos vimos, Y un día se alejó, confusa y triste. En el alma vacía aún hoy persiste El eco del amor que nunca hicimos. ¿Por qué en la vida vamos y venimos con esta indecisión que se resiste, sin ver que en el amor todo consiste en el momento actual en que vivimos? Dudas, y celos, e imaginaciones Arrasan el castillo de los sueños Y enmudecen la voz enamorada. Es una muerte estéril, sin razones, Causada por motivos tan pequeños Que, aunque parecen todo, no son nada.
Los Angeles, 17 de agosto de 1997
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21 - Lamento de la Esposa
Nuestro amor fue un torrente de pasiones, Un remanso de besos y ternura, Pero el frío cruel de la amargura Ha congelado nuestras relaciones. Suenan gemidos donde oí canciones, Veo abandono donde vi dulzura, Y en la niebla de triste desventura Vagan perdidos ambos corazones. Tus labios se alejaron de mi boca, Mis pechos no recuerdan ya tus manos, Y mis brazos son huérfanos sin tí. No me penetra ya tu furia loca, Y al ver que en tí son mis deseos vanos, Si alguien se ofrece, le diré que sí.
Los Angeles, 18 de agosto de 1997
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22 - Lamento de la Madre
Les ví alejarse, firmes en su intento, Y un fulgor luminoso en la mirada; Y al punto comprendí que nadie o nada Podría ensombrecer su firmamento. ¡Qué entrañable y que triste ese momento, y qué esperanzadora la alborada que ha de alumbrar la senda, vinculada a un porvenir brillante o turbulento. El joven marcha con el paso airoso, La mujercita con pisada leve, Ambos con mucho de ellos y más mío. Mi corazón les mira temeroso, Y es su ausencia, en el alma, como nieve… ¡Qué frío está el hogar, y qué vacío!.
Los Angeles, 18 de agosto de 1997
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23 - Lamento del Niño
Fui obligado a nacer, y a mi llegada No hubo fiestas, ni luz, ni regocijo; Era una boca más, un otro hijo, Voz silenciosa, súplica ignorada, Sin sonrisas, ni amor, y el alma helada. Quizá antes de nacer, alguien maldijo La simiente del hombre que se dijo Padre mío, sin ser padre de nada. ¡Oh, Dios, si tu bondad es infinita, por qué permites este obrar maldito, y tu poder no aplasta la maldad? Desciende de tu altura, inhabilita La mano que ejecuta este delito, Y vuelve hacia el cruel su crueldad.
Los Angeles, 19 de agosto de 1997
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24 - Lamento de la Doncella
Bajo mi piel se agita incontrolable Un alud de deseos encrespados, Que el viejo ha de llamar desenfrenados, Y el joven sensación inevitable. ¿Cómo he de hacer en esta formidable avalancha de instintos arraigados, que anhela mis vestidos desgarrados, y exige posesión interminable? Quiero que un hombre venga y me avasalle; Quiero entregarme en absoluta ofrenda; Quiero ser y tener una obsesión. Y cuando el corazón vibre y estalle, Mi cuerpo ha de correr libre y sin rienda, Con desenfreno y sin vacilación.
Los Angeles, 19 de agosto de 1997
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25 - Lamento del Esposo
¡Qué rudo despertar en este día, con el frío en los huesos, y tú ausente! Yacías a mi lado, y en mi mente, Mas no pude sentir tu compañía. Mi memoria en tu busca descendía Revisitando el corazón doliente, Y hallando sólo el eco indiferente De quien un tiempo fue, mas ya no es mía. Ya no me das la dulce primavera De intensa juventud, de amor sin quejas, De entrega sin reserva, y de placer. Me has cerrado tu cuerpo, y tu alma entera, Y tan sólo una opción ahora me dejas: Acogerme al calor de otra mujer.
Los Angeles, 19 de agosto de 1997
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26 - Desde lejos
Cada noche me invitas a tu lado, y mi cuerpo se queja en la distancia, viendo que tu sensual exhuberancia se consume en un fuego malogrado. El paisaje del alma, desolado, sin tiempo, ni lugar, ni circunstancia, vive una noche oscura, en la ignorancia de la luz que tu ausencia le ha negado. Ven a mí, no retardes este encuentro, que el corazón me duele de esperarte, y sólo tu recuerdo llevo dentro. Quiero también tu cuerpo para amarte, tu flor abierta en la que yo me adentro, y nunca más permanecer aparte.
Los Angeles, 31 de agosto de 1997
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27 - Decepcionada
Te ví en la fría sombra de la pena de cara al muro de la soledad, al sentir que la voz de la amistad degeneró en rumor de voz ajena. La decepción impuso su cadena en torno a tí; pero su crueldad te hirió en el alma, no en la dignidad; no eres tú quien merece la condena. Si el corazón derrama confianza, y con su luz a todos ilumina, es justo que alentemos esperanza. Mas si recibe el clavo de una espina, quizá en lugar de optar por la venganza, tuerza el rumbo en la senda en que camina.
Los Angeles, 31 de agosto de 1997
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28 - Mi corazón
¿Cómo es mi corazón? Quizá es la encina fime y austera sobre el campo yerto; quizá el almendro en flor, en fértil huerto; o el enhiesto ciprés en la colina. O el sauce triste que el ramaje inclina; o el olmo umbroso en el paisaje abierto; o quizá es la palmera en el desierto, de fresca sombra al alma peregrina. A veces resistiendo imperturbable la lluvia, el frío, el vendaval violento, sin doblegarse a extraña turbulencia. Y a veces abatido y vulnerable, sus ramas desgajadas por el viento, e inseguro de su supervivencia.
Los Angeles, 1 de septiembre de 1997
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29 - Amor muerto
He visto retornar la primavera, en el áspero invierno anticipada, pero no me ha cubierto su llegada del gozo de que se hace pregonera. Cuántos meses oscuros, a la espera permanecí, soñando su alborada, y ahora, al venir, me deja el alma helada, y un amargo sabor que desespera. El rosal que plantaste en mis jardines no ha visto florecer ninguna rosa, ni ha sentido volar los ruiseñores. Lúgubres trompas, no alegres clarines, rompen el aire en marcha tenebrosa, llorando al sepultar nuestros amores.
Los Angeles, 1 de septiembre de 1997

Poemas

Envíos
1. La muda alegría de tu voz escrita resuena en mis ojos con rumor callado. Tu risa me invade, tu boca me invita, y, aunque tan lejana, yaces a mi lado. 2. Sumérgeme en tu abrazo, caldéame en tu fuego, derrámate en mi vida como una lluvia de oro; deslúmbrame los ojos para volverme ciego, y encerraré tu imagen como único tesoro.
Los Angeles, 3 de julio de 1997
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Idea de Mujer
Has despertado en mí un hambre de vida que clama por tu amor en la distancia. Siempre te tuve dentro, aunque dormida, vertiendo sobre mí dulce fragancia. En mis noches de insomnio percibía tu suave respirar, tranquilo y lento, colmando el corazón de una alegría como tropel de pájaros al viento. Me enamoré de tí sin conocerte; circulaste en la sangre de mis venas; te contempló mi amor sin poder verte, y te dí cuanto soy a manos llenas. Te apoderaste, en fin, de mi cerebro y te llevé en mi caminar constante. Pero hoy eres real, y te celebro como la idea que ha de ser mi amante.
Los Angeles, 3 de julio de 1997
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Junto al río
Mientras el río pasa, mi amor se queda, alegría en los ojos, fuego en las venas. A la sombra de los álamos te encontré un atardecer, mi sonrisa y tu sonrisa desnudándose a la vez, francas, abiertas, sinceras, sin máscaras ni doblez. Cantaba el agua en las piedras, lamiéndolas al correr, y el sol filtraba sus rayos acariciando tu piel. Mientras el río pasa, mi amor se queda, alegría en los ojos, fuego en las venas. Como el sol y como el agua yo te quise acariciar. Como tu piel y las piedras, tú lo querías aún más. Queríamos loquerías, comprendiendo sin hablar. Me tendí sobre la hierba, oh, qué remanso de paz, mi cabeza en tu regazo, mi mirada en tu mirar. Mientras el río pasa, mi amor se queda, alegría en los ojos, fuego en las venas Tus manos eran dos rosas de perfumado color, rozando leves mi rostro temblorosas de emoción; y eran mis manos gaviotas volando a tu alrededor, tocándote su aleteo como un rayito de sol. Flotaba en el aire un eco de melodiosa canción. Mientras el río pasa, mi amor se queda, alegría en los ojos, fuego en las venas La primavera traía rumor y aroma sin fin; y fue su renacimiento anidando en tí y en mí. Descendió tu beso ardiente, el primero de otros mil, sobre mis labios, y fueron la canción que nunca oí. Tú me diste la armonía, y me enseñaste a sentir. Mientras el río pasa, mi amor se queda, alegría en los ojos, fuego en las venas. La tarde fue declinando, se acercó la noche oscura y el silencio en la espesura. El agua siempre cantando. Ella me siguió besando, y siguió siendo besada bajo la verde enramada. Y al aparecer la luna la aseguré que ninguna sería tan bien amada. Mientras el río pasa, mi amor se queda, alegría en los ojos, fuego en las venas
Los Angeles, 7 de julio de 1997
Diseño: Carmen Álvarez
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