Poemas de amor, de soledad, de esperanza de
Francisco Álvarez Hidalgo
Brisas del alma

Índice

Sonetos:
Recuerdo
Poemas:
Recuerdo Heartbroken Ofrecimiento Cansado de la lucha Las Cuatro Estaciones
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Sonetos

1 - Recuerdo
Desde la torre de mi edad sombría volví el rostro al paisaje de mi historia. La nube parda y gris de la memoria me oprime el alma esta mañana fría. Pienso en tí con amor de lejanía... Qué malogrado amor, sin paz ni gloria, que vió los cangilones de mi noria vacíos de placer, no de agonía! ¿Dónde van los ocultos pensamientos de tu alma azul, como las rosas pura? ¿Persisten los febriles sentimientos, o sólo un eco de pasión perdura? Dentro, en mi torre, ululan los lamentos, revistiendo mis sueños de amargura.
Los Angeles, 30 de diciembre de 1996

Poemas

Recuerdo
Desde la torre de mi edad sombría volví el rostro al paisaje de mi historia. La nube parda y gris de la memoria me oprime el alma esta mañana fría. Pienso en tí con amor de lejanía... Qué malogrado amor, sin paz ni gloria, que vió los cangilones de mi noria vacíos de placer, no de agonía! ¿Dónde van los ocultos pensamientos de tu alma azul, como las rosas pura? ¿Persisten los febriles sentimientos, o sólo un eco de pasión perdura? Dentro, en mi torre, ululan los lamentos, revistiendo mis sueños de amargura.
Los Angeles, 30 de diciembre de 1996
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Heartbroken
Hay una garra fiera que me agarrota el alma; una losa de mármol me oprime el corazón; mis ojos se humedecen, y hay un escalofrío que recorre mi cuerpo, sin causa ni razón. ¿Por qué el dulce optimismo de los días pasados se me ha desvanecido como una sombra amarga? ¿Por qué la ebulliciente y fantástica quimera yace en trozos dispersos de insoportable carga? Siento el dolor agudo, la tristeza infinita, de un horizonte oscuro, de un silencio lejano. Carecen de alegría mis canciones al viento, y no alcanzo la rosa tan cerca de mi mano. Era sincera y joven, gentil y apasionada; trajo a mi vida un suave frescor de primavera; reavivó las pasiones que yacían dormidas; iluminó mi abismo con luz que regenera. Y una tarde, el espejo en que yo la miraba, se empañó con la sombra de una respuesta cierta, y un temor a perderla se me asentó en el alma, premonición amarga de una esperanza muerta. ¿Y el futuro? ¿Quién sabe? Hay ocultos misterios en la suave penumbra del sueño más profundo. ¿Y el presente? El presente sabe mi amor ardiente; su antorcha aún brilla esbelta en mi pequeño mundo.
Los Angeles, 13 de marzo de 1997
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Ofrecimiento
("Tu pueblo será mi pueblo, y tu Dios será mi Dios")
Tú eres la rosa, yo soy el tallo; tú eres la ninfa, yo soy el sátiro; yo soy la estela tras de tu barco; yo el agua clara de tu remanso. Si estás alegre, contigo canto; y en la tristeza te doy mi llanto. Para tus días dulces y claros, traigo sonrisas a flor de labio. Si hay en tus noches dolor amargo, tengo caricias, besos y abrazos. Cuando el instinto, de amor borracho, rasga tu entraña con siete garfios, mi cuerpo amante te da exaltado vibrante y firme su dulce dardo. Si la nostalgia te sale al paso, y tu alma escucha rumor lejano, traeré el ensueño sobre tus labios, con tus mejillas entre mis manos. Y cuando el duro bregar diario filtre en el alma frío y cansancio, ven a mi lecho, busca el descanso, cierra los ojos, yace a mi lado.
Los Angeles, 27 de marzo de 1997
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Cansado de la lucha
Soy el señor de un mundo confidencial y extraño, poblado de misterios, sensaciones y ensueños; de nereidas y ninfas que surgen de las aguas con los senos desnudos, la cabellera al viento. Sátiros agresivos y trasgos trashumantes rondan en las afueras, perfilando el momento de escalar las murallas, y arruinar la belleza, la paz y la armonía que sólo reina dentro. Sus alaridos turban la quietud de los campos, y el hedor de sus cuerpos flota en el aire denso. Tiende el temor sus alas negras, inevitables, sobre el breve recinto, como un presentimiento de trágicas auroras, heladas y sangrientas, de fúnebres canciones, soledad de desierto. Mil veces asaltaron mi fortaleza ingente, arrasando las flores y profanando el templo, y mil veces furioso rechacé sus ataques, doblegué su violencia y frustré sus intentos. Pero me estoy cansando del batallar constante, de la vigilia asidua, del temor y el recelo; cansado estoy, cansado, de curar las heridas, de reparar las ruinas, de enterrar a los muertos. Tanta belleza, amigos, tanto ideal glorioso, tanto amor y esperanza, inquietud y desvelos... Mas las fuerzas se agotan en fútiles combates, y tan sólo nos resta un porvenir incierto. Llevamos como Sísifo la roca a nuestra espalda, y al llegar a la cumbre la perdemos de nuevo. Este ciclo salvaje de luchas incesantes destruyó mi energía. No puedo más, no puedo.
Los Angeles, 27 de marzo de 1997
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Las Cuatro Estaciones
Invierno Se apresuró Diciembre, llorando en las esquinas, sembrando de congojas las noches alargadas. Rodaban por las calles los gemidos del viento como ulular sombrío de lúgubre fantasma. Vino Enero arrastrando su gélido capote sobre los yertos miembros del olmo y las acacias, y Febrero nos trajo las heladas auroras, el hielo en el regato, y en los campos la escarcha. Mis pensamientos iban en busca de una idea, mi corazón cansado no consiguió encontrarla, y el frío de la muerte me clavó su cuchillo, y adormeció mi sangre, y me azotó en la cara. Solo, en un mundo extraño, sin besos ni sonrisas, era invierno en la tierra, y era invierno en el alma. Primavera El tibio sol de Marzo, como amigo en retorno, acarició las cumbres con sus manos de plata. Abril pobló los aires de trinos y plumajes, Mayo nos dió claveles, lirios, rosas y dalias. Su pie ligero y suave produjo en mi sendero la impresión de una huella frágil e inesperada: Encuentro sin presencia en el mensaje breve de un simple comentario brillando en mi pantalla. Nuevos pasos se oyeron marcando nuevas huellas, volaron las misivas, crecieron las palabras, y un aliento poético revistió nuestras vidas con aromas azules de cariño y nostalgia. Fue una dulce y sincera penetración de espíritus, primavera en la tierra, primavera en el alma.. Verano Junio trajo el misterio febril del plenilunio; los calores de Julio iniciaron su marcha, y la tórrida hoguera de Agosto quemó el aire, dejó secos los ríos, la tierra calcinada. Ella surgió de pronto poderosa y vibrante, con la pasión ardiente de una orgía de llamas, me envolvió en su regazo, puso fuego en mis venas, y me arrastró en su torno en vertiginosa danza. Mis pasiones alzaron la copa brindadora con un clamor sediento de deseos en alza, y mi cuerpo pulsaba con violentos latidos, como el duro martillo sobre el yunque en la fragua. Fue un torrente ardoroso que me abrasó en su abrazo: El verano en la tierra, y el verano en el alma. Otoño Septiembre es una fiesta de racimos y pámpanos, Dionisios y Bacantes en lúbrica algazara. Octubre, un remolino de hojas secas al viento, la desnudez del árbol, la vida sofocada. Y Noviembre es la muerte de la naturaleza, y el frío que nos clava su garfio en las entrañas. La ví alejarse un día por el largo sendero, su gentil silueta perdiose en la distancia. Y me quedé tan sólo con un mundo vacío, de pasiones perdidas, vendimias malogradas. Un frío amargo y triste congelaba mi espíritu, y los buitres del miedo siniestros me rondaban. Sentí un dolor de muerte, y me miré a mí mismo cargado con mi propio cadáver a la espalda. Un horizonte oscuro me ofrecía sus fauces: Negro otoño en la tierra, negro otoño en el alma.
Los Angeles, 2 de abril de 1997
Diseño: Carmen Álvarez
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