Sonetos
2 - Fidelidad
Yo siempre te querré aunque no me quieras;
encerrada en mí estás sin poder irte.
Cuántas cosas podría yo decirte
si escucharas mi voz, y la creyeras.
Te querrás alejar; y, si pudieras,
romper tus ligaduras y evadirte.
Me herirás, pero nunca podré herirte,
y no me olvidarás, aunque quisieras.
Tus amores serán de lejanías,
y quizá andarás sola en tu sendero
buscando el resplandor de nuevos días.
Recordarás mi amor, dulce y sincero,
y aprenderás en tus mañanas frías
que nadie te querrá como te quiero.
Los Angeles, 1 de junio de 1997
Poemas
En pie los muertos!
En la cruel penumbra de una noche de invierno,
al cuajar de la escarcha sobre la tierra en calma,
y al opresor silencio de mi paisaje interno,
dejé morir el alma.
Se evaporó en el aire la suave melodía
y surgieron potentes los fúnebres acentos
rodando como el trueno, trocando la alegría
en amargos lamentos.
Y descendí a la tumba de los recuerdos muertos,
reclinando mi cuerpo bajo la dura losa.
Las ratas del olvido, con ojos semiabiertos,
danzaban en la fosa.
No tuve un epitafio para indicar quién era,
y ningún caminante se preguntó mi nombre.
Ignorado de todos, sin nadie que supiera
mi calidad de hombre.
Dormí un sueño de siglos en brevedad de años,
mientras lirios y rosas germinaban en torno;
y en el aire iba el eco de rumores extraños
pasando sin retorno.
Y una mañana pura se estremeció la tierra,
y una trompeta de oro resonó en la colina;
y se escuchó el mandato, como un grito de guerra:
"Levántate y camina".
Mis miembros tumefactos al punto recibieron
la cósmica energía de un sol firme y radiante;
y, alzándolos con brío, mis brazos destruyeron
la lápida al instante.
Me dominó la muerte, me cubrió con su manto,
mas rompí la cadena y reconquisté la vida.
Ahora sólo me resta descubrir en mi canto
la tierra prometida.
Los Angeles, 28 de abril de 1997
Amiga herida
Baten sus alas negras inciertos pensamientos
al borde de la noche somnolienta y oscura;
las estrellas se rompen en pedazos sangrientos
lloviendo sobre el alma tristeza y amargura.
El zarpazo sentido nunca fue intencionado:
yo no tengo reservas de abandono ni olvido.
Tú eres la dulce amiga que siempre le ha prestado
tu hombro a mi cabeza, y a mi canción tu oído.
Vagaré por las sombras en búsqueda incansable
de ideales soñados, dorados espejismos;
y volveré vacío, quizás inconsolable,
pero tú y yo seremos cada día los mismos.
Me complace y conforta tu conducta serena;
eres una amapola en un campo de espigas.
Eres fiel, y sincera, y cariñosa, y buena,
y estás entre las pocas de mis buenas amigas.
Los Angeles, 15 de mayo de 1997
Alma vacía
(A una querida amiga: "Tu copa se llenará")
En la oscura penumbra del recuerdo dormido,
sentí el eco sonoro rodar por las esquinas.
De la pared desnuda rebotaba el sonido
cayendo en los escombros de mi pasión en ruinas.
Mi entrega, en oleadas de marea incesante,
sangró con el esquivo rechazo de la roca
indiferente al flujo de mi vaivén de amante
y sorda y ciega al dulce susurro de mi boca.
¿Dónde fue la belleza de los momentos tiernos,
las canciones de fuego, la sutil armonía?
Sólo me queda el frío de crueles inviernos
clavando sus puñales en mi alma vacía.
Dí todo lo que tuve, ya no me queda nada,
tan sólo un débil sueño brilla en mi noche oscura,
con la esperanza incierta, casi desesperada,
de encontrar el abrazo que se entrega y perdura.
Los Angeles, 17 de mayo de 1997
Poema sensual
En mis manos, tus mejillas,
en tus párpados, mis besos,
sobre tus labios mis labios,
bajo tu cuerpo, mi cuerpo.
Me hablarás con voz de brisa,
te hablaré con mi silencio,
y en mis ojos y en tus ojos
habrá un fulgor de misterio,
con imágenes que pugnan
por salir y quedar dentro.
Olas caracoleantes
del rojo mar de tu pelo
caerán como cataratas
sobre mi rostro y mi cuello.
Y tus pechos temblorosos,
con oscilación de péndulos,
descenderán suavemente
a reposar en mi pecho.
El contacto de tu vientre
calido, flexible y terso,
será una dulce caricia
rodando hacia mis deseos.
Y habrá una densa sonrisa,
y habrá un estremecimiento,
y habrá clamores salvajes,
y habrá violines al viento
al enterrar con firmeza
mi flor en tu suelo abierto.
Sonará en tu carne ardiente
el estampido del trueno,
la humilde canción del agua,
el monsún en el desierto,
y la errante cabalgata
de cien corceles ligeros.
Y al final vendrá la calma
con acento somnoliento,
como una lluvia de estrellas
disparadas en el cielo.
Y yo habré sido tu amante,
y tú estarás en mi centro;
Y será lo que tuvimos
ni tuyo ni mío: Nuestro.
Los Angeles, 19 de mayo de 1997
Palabras ajenas
Erase una vez el sueño
de un país imaginario;
y érase también la historia
del soñador y el soñado.
Canciones de amor se abrían
como flores en los campos,
canciones de almas gemelas,
corazones solitarios,
en la búsqueda incesante
de una ilusión sin engaños,
de una sonrisa sin sombras,
de un amor sin sobresaltos.
Era el sueño que uniría
a la amada y al amado.
Un angel con alas de oro
bajaba zigzagueando
en direcciones confusas,
tímido y ruborizado.
Mil preguntas en su mente
cual rumores apagados;
mil tentativas frustradas,
mil sentimientos extraños.
Curiosidad en los ojos
tímidamente cerrados,
como temiendo la amarga
contrariedad de un rechazo.
¿Cómo llevar el mensaje
de un modo sutil y claro,
y obtener una respuesta
pronta del destinatario?
Quizá envuelto en el ropaje
de algunos versos amados
expresando los sentires
dentro del alma encerrados.
-"Pero, angelito, ¿por qué
tienes que estar rodeando
para obtener las respuestas
que obtendrías preguntando?
Sé directo, y no lo olvides:
La gente se entiende hablando."
El angel, brillo de luces
en sus ojos y en sus labios,
habló en un dulce murmullo,
muy bajito y muy despacio:
-"Siento en el alma el impulso
de abrir lo que está cerrado,
y siento extraños deseos
y temblores en mis manos.
Quisiera ser una flecha,
directamente hacia el blanco,
pero soy más bien un río,
perdido entre mis meandros.
Quiero decir lo que pienso,
pero no acierto a expresarlo,
y me visto del ropaje
de versos que otros hablaron,
con la esperanza de que alguien
llegue a verlo y a aceptarlo".
-"Angel, angel, angelito,
qué triste y qué complicado.
Rasga el velo que te cubre,
alza el rostro, entona el canto;
hay quien espera y atiende,
y hay quien te tiende la mano,
y sin condición te ofrece
su sonrisa y sus abrazos."
-"Pero, cómo he de saber
si él anda donde yo ando,
si su huella está en mi huella,
si va al compás de mi paso?"
-"Nunca lo has de saber, angel,
nada está garantizado.
Pero nunca has de triunfar
si te obsesiona el fracaso.
Piensa, decide y formula;
ve por todo, no por algo;
da lugar a la esperanza,
y obtendrás al esperado."
El angel clavó sus ojos
en los míos; en sus labios
se dibujó una sonrisa,
y se lanzó hacia lo alto
batiendo alegre las alas,
decidido y confiado;
derecho como una flecha,
no curvo como un meandro.
Los Angeles, 2 de junio de 1997
A una dulce amiga
Una lámpara encendida
lleva tu nombre en mi alma,
y su luz corta las sombras
como el tajo de una espada.
Densos silencios de muerte
se repliegan y desbandan,
arrastrando a las esquinas
la tiniebla amordazada.
Prisionero de mí mismo
en cárcel de vida amarga,
tendiste tu mano amiga
a mi mano, entre las barras,
y acarició mis oídos
la canción de tus palabras.
Volvieron los ruiseñores
a cantar en la enramada;
y candados y cadenas
se destrozaron al alba.
Derrumbáronse mis puertas,
y el hierro de mis ventanas
se transformó en las vidrieras
de la catedral del alma.
Viniste como una sombra,
huella ligera y callada,
y me ofreciste un tesoro
de amistad sincera y franca.
Gracias, amiga, por todo;
por tí, sobre todo, gracias.
Los Angeles, 4 de junio de 1997
Hablándote
Si yo te hablara al oído,
y mis labios te rozaran
suavemente la mejilla,
¿volverías tu la cara
para besarme en la boca
con el ardor de una llama?
Si tu pensar se durmiera,
y tu sentir despertara,
de tu cuerpo emanaría
la misteriosa fragancia
de una sensualidad viva
con vibraciones de plata.
Cantaré en tiernos murmullos,
susurrando mis palabras,
para derretir el hielo
de tu soledad helada.
Quiero engendrar la sonrisa
en tus labios y en tu alma,
para que sepas que hay alguien
que te desea y que te ama.
Los Angeles, 4 de junio de 1997