Breverías
691
En torno a ti tal vez los ojos giro,
y te ojeo, y te hojeo, y no te leo;
no te conozco tanto si te miro,
como te reconozco si te veo;
como el suspiro es tanto más suspiro
ahondando su raíz en el deseo.
Ojo que mira, mano es enguantada,
ojo que ve, piel es galvanizada.
692
Quizá otros ojos fueron - creados para ver:
acariciando bosques, - sobrenadando ríos;
no los tuyos, fundidos - para ahogarme, al caer
hasta su propio fondo - del fondo de los míos.
693
Sin ti, en mi soledad, tan limitado,
que la muerte me cierra la salida;
mas si hay contigo eternidad en vida;
adhiérase tu piel a mi costado.
694
Son más largas e intensas las memorias
del alborozo que de la congoja;
mi alma mira hacia atrás, y se despoja
de sus reveses, no de sus victorias.
695
No me eleves, mujer, a un pedestal,
si han de quedar tus pies a ras de tierra;
a mi nivel te quiero, igual a igual,
cuerpos de viento, mentes de cristal,
mano que a mano en robustez se aferra.
696
Sólo podremos entender la vida
volviendo atrás los ojos;
pero la misma debe ser vivida
mirando hacia adelante, y protegida
del ayer anudado a sus despojos.
697
Libertad de expresión, qué brava idea,
reivindicada en ciega rebeldía
por tanto irresponsable que alardea
de hablar, pero no piensa, y que vocea
la palabra sobre la ideología.
698
Ay de aquel que se atormente
por lo que pueda venir,
pues cierto será el sufrir
aunque el mal sea aparente.
Los cuidados del presente
ya dan sobrada ansiedad;
ignora la adversidad
que de actualidad se viste,
y sólo en la mente existe,
pero no en la realidad.
699
Cuanto más numerosos los errores,
tanta más competencia y maestría;
maestro en amor soy, y cada día
más experto en heridas y dolores.
700
Eres mi compañero, y no te entiendo
aunque vamos asidos de la mano;
veo las mismas cosas que estás viendo,
el cerro, el mar, el manantial, el llano;
ambos en paso unísono vertiendo
en idéntico surco el mismo grano;
más que hermanos, adustos centinelas,
dos enigmas en vidas paralelas.
Sonetos
417 - Brújula
Un norte tuve, y a él siempre orientada
mi aguja estuvo con fervor de amante;
un norte y una dirección constante,
una meta, un camino sin llegada.
Paso a paso contigo, la mirada
fija sólo en tu punto del cuadrante,
sin mirar carabela o navegante,
en plena libertad, aunque encerrada.
Y un día en que perdiste el magnetismo,
yo seguí siendo yo, pero tú mismo
dejaste de ser tú, y me vi perdida.
Y ahora giro alocada, sin enfoque,
desimantada, y añorando el toque
de tu fuerza vital sobre mi vida.
Los Angeles, 30 de enero de 2001
418 - El fin
Llegó el tiempo, verdugo insobornable,
y ajustició al amor que ambos tuvimos;
ambos, como él, un tanto sucumbimos,
y a tus ojos, tal vez, soy el culpable.
Arbitrario el destino es, y mudable,
si disfrutado ayer, hoy le sufrimos;
cuanto logramos, cuanto decidimos,
antes de hacerlo se hizo inevitable.
Muerto ha mi amor. Si enamorado un día
parte fui de una ardiente fantasía,
ésta en mi alma ya se ha desvanecido.
Mira hacia atrás, archiva nuestra gloria
en el viejo anaquel de la memoria,
y rescátalo un día del olvido.
Los Angeles, 30 de enero de 2001
419 - Evocación
Náufrago de la amnesia a la memoria,
tu recuerdo es olvido intermitente;
diluído tu rostro entre la gente,
eres ya más derrota que victoria.
Despierto en añoranza de una historia
que fue tal vez engendro de la mente,
ya que en las mudas ruinas del presente
no suena el eco de pasada gloria.
Y sin embargo quiero que hayas sido,
aunque te hayas después desvanecido;
sólida realidad, no mera idea.
Si hoy en el tiempo tu entidad se pierde,
déjame que te sueñe y te recuerde;
que aún sin estar, de algún modo te vea.
Los Angeles, 1 de febrero de 2001
420 - Indeleble
Profundiza en el surco la semilla,
cede el mármol a golpes de cincel,
crines al aire estampará el corcel
sus herraduras en la roja arcilla.
El galeón arrastrará su quilla
sobre el mar, arañándole la piel;
mas pasará sin dejar rastro aquel
que besa solamente en la mejilla.
Quiero un beso de huellas y raíces,
beso de extenuación y cicatrices,
de firmeza que no disperse el viento.
Y al transvasar dos almas por la boca,
forme unidad con solidez de roca,
quedando cada amante aún más hambriento.
Los Angeles, 1 de febrero de 2001
421 - Muerto
Sus palabras anidan en mi oído,
y en mí resuena el eco de su risa;
tan inmóvil, quien tuvo tanta prisa;
tan presente y real, quien ya ha partido.
Fue innovación sobre lo consabido;
fue costumbre en el cambio que revisa;
fue huella en el sendero que otro pisa,
fue vigía en el campo adormecido.
Fue, fue, no es ya, pero aún hoy sigue siendo.
Vivió, cuando otros iban subsistiendo,
como si nunca hubiera de morir.
Y aunque se fue, se quedará conmigo,
padre, y hermano, y sobre todo amigo,
de quien ni sé ni quiero prescindir.
Los Angeles, 6 de febrero de 2001
422 - Sin perdón
¿A qué nivel te encuentras del perdón?
¿Lo ha recibido acaso tu enemigo?
¿Lo has otorgado al que aún te llama amigo?
Y en tu familia, ¿hay reconciliación?
En el camino de la compasión
con frecuencia el extraño va contigo,
y el rencor ejecuta su castigo
sobre quien más merece tu atención.
Hipócrita conducta que alardea
de sentimiento humano, y no lo emplea
en quien su propia sangre ha recibido.
Superficial, ególatra, que existes
en camuflada soledad, qué tristes
los años sin perdón que has consumido.
Los Angeles, 11 de febrero de 2001
423 - Contigo y sin ti
Dos nubes de mis ojos han surgido,
nubes de soledad y agua salada;
descarga amargamente enamorada
sobre tu indiferencia habré llovido.
Nubes densas, que me han obscurecido
esta visión de ti, tan arraigada,
que al quedar en la sombra arrinconada
en el silencio muero de tu olvido.
Nubes opacas hoy, que fueron antes
de vivo mediodía, altas, radiantes,
al aguacero y la penumbra ajenas.
Pero se ha puesto el sol, avanza el frío,
y aunque me aferro a ti, ya no eres mío,
y a estar sin ti y contigo me condenas.
Los Angeles, 12 de febrero de 2001
424 - Distantes
Oh la absoluta entrega en la distancia
del sol, en el azul salobre hundido;
lento descenso, en amargor sumido,
y sofocada tanta exhuberancia.
Muerta la luz, se yergue en vigilancia
dorada grey de estrellas; cesa el ruido;
descansa el horizonte adormecido,
y despierta en las rosas su fragancia.
Y al fin de su pasaje submarino
reanuda el sol en alza su camino,
nueva resurrección, vívida oferta.
Como tu mano que hacia mí se tiende;
como el ardor que en mi interior se enciende;
perenne ofrenda, realidad desierta.
Los Angeles, 21 de febrero de 2001
425 - Tempus fugit (El tiempo huye)
Voy cabalgando a lomos de la vida,
dura jornada, avance sin repliegue,
incapaz de saber si cuando llegue
silencio habrá o espléndida acogida.
Ni espuelas llevo ni preciso brida,
pues marcado está el ritmo, y cuando entregue
mi encomienda, quizá no se me niegue
la dulce calma a que el final convida.
No sé decir a veces si yo avanzo,
o si las cosas me huyen, y no alcanzo
a acoplarlas al hueco de mi mano.
Tanto dejado atrás, tanto perdido,
que no puedo decir que haya vivido,
sólo que estuve y que me fui temprano.
Los Angeles, 22 de febrero de 2001
Poemas
Partida
Una tarde será, no un claro día,
cuando la luz agota su trayecto,
durmiéndose en la almohada de la sombra,
que bordaran los hilos del silencio.
Una tarde será, no en primavera,
cuando los ruiseñores hayan muerto,
y el bullicio colgado de las ramas
se desplome sin fuerza sobre el suelo.
Una tarde será, de niebla densa,
de fina lluvia, de sereno invierno,
cuando todas las puertas se han cerrado,
y el campo insomne permanece quieto.
En ese instante, en tu reloj de arena,
caerá el último grano, mientras duermo
en mis alas plegadas, inconsciente
de que en otro país, lejos, muy lejos,
has iniciado un viaje sin retorno,
desplegando tus alas en el vuelo.
Y quizá al despertar ya no me encuentre,
carente de sentidos, como el viento,
mi organismo absorbido por la fuerza
de un torbellino que invadiera el sueño.
Has de partir un día, imperceptible,
tenue, aromática espiral de incienso.
Caminarás sobre las blancas nubes,
dejando atrás el lastre de tu cuerpo,
y al buscarme entre amigos y entre extraños,
no me hallarás, porque me llevas dentro.
Los Angeles, 4 de febrero de 2001
Esta línea que somos
Sobre la piel del alma, extenuados,
milenios duermen. Yo no soy de ahora,
y si voy al futuro, voy de espaldas,
con los ojos clavados en la historia.
Ciego para el mañana, indiferente
a los minutos que se desmoronan
en un hoy evasivo,
que llama y huye en fuga vergonzosa,
como niño travieso,
temeroso de que alguien le responda.
Es la vida una línea,
en el pasado firme y sinuosa,
inalterable, pero no evidente,
cuanto más se la mira más asombra.
Un punto es el presente,
en febril gestación reproductora,
filtrado entre los dedos como arena,
sin permanencia, solidez ni forma.
Y el porvenir oculta
entre los pliegues de su densa sombra
un proyecto de línea aún no trazada
que paso a paso avanza y se transforma.
Tres segmentos del tiempo
forjando a golpes nuestra vida toda.
Cuanto no ha sucedido no es aún mío,
ni lo miro, lo sueño o me acongoja.
Y tampoco soy dueño
de esa belleza efímera en las cosas,
que, apenas nacen, se abren y se mueren,
rosa, mujer, canción, palabra, aroma.
Sólo tenemos un ayer dormido,
impreciso y concreto, paradoja
que de los hechos más irreversibles
obtiene una versión con vida propia.
Y aunque haya sido en mármol esculpido,
no obstante en nuestra mente evoluciona.
Entonces, ¿qué nos queda? Lo que somos:
Un deseo, un instante, una memoria.
Los Angeles, 15 de febrero de 2001
Cantares
I
En la noche te canto,
siempre a la espera,
disimulando el llanto,
mi compañera.
Quién me diría
que hay canto, espera, y llanto
también de día.
II
Bajo el álamo verde
besarte quiero;
y el beso se me pierde
por el sendero.
No das ni niegas,
porque donde te aguardo,
ni estás ni llegas.
III
A ti en la tarde vengo,
y eres el humo
que abrazo y no retengo.
Cómo consumo
sin ti mis días,
y cuanto más te sigo,
más te desvías.
IV
En la noche serena
yo te persigo
bajo la luna llena,
sin dar contigo.
Y mi lamento,
sin encontrar tu oído,
vuela en el viento.
V
Al estallar la aurora
por el collado,
sangre de ausencia aflora
de mi costado.
Ya no rastreo
tus huellas, mas persiste
vivo el deseo.
Los Angeles, 19 de febrero de 2001
Ese amor que te acecha
Juventud y soledad,
qué dos términos extraños,
invocando desengaños
en tan prematura edad.
¿Dónde tu sensualidad
se refugia insastifecha?
Si en el afecto no hay fecha,
ni condición, ni lugar,
déjate inmovilizar
por ese amor que te acecha.
Pero no te inmovilices
como muro que rechaza;
sino como árbol que abraza
la tierra con sus raíces.
Siente todo cuanto dices,
y di siempre lo que sientes,
que quien hace a dos vertientes
sólo en una es conocido;
ni te ofrezcas dividido,
ni te ocultes de las gentes.
Que los besos en tu boca
no cesen de reventar
con el ímpetu del mar
despedazado en la roca;
la insistencia con que toca
cada ola nueva la arena;
y la suavidad serena
de la superficie en calma;
déjame surcarte el alma,
con vela de luna llena.
Los Angeles, 26 de febrero de 2001