Breverías
1055
Cada palabra empujará veloz
su propio ritmo de grotestos ruidos;
que mi voz, al entrar en tus oídos,
se me devuelva en eco de tu voz.
1056
Revistiendo con suave capa de mansedumbre
las ásperas aristas del cansancio y la ira,
añadirás al fuego leños de incertidumbre,
cubriendo con engaños cada nueva mentira
Y en erial de respuestas, donde nació la duda,
sin formularse ruego, queja ni interrogante,
destellará la antorcha de la verdad desnuda
sobre el amante falso, sobre el sincero amante.
1057
Te amé de mente a mente, sin medida,
te amé con el sentido hacia el sentido,
con la emoción que a la emoción convida,
y el júbilo de ser correspondido.
Hoy, con dolor y sin color mi vida,
cómo quisiera hundirte en el olvido...
Qué mágica ilusión me diste un día,
cómo la destrozaste, amada mía.
1058
Pensé que al mirar atrás,
aislado de ti, vería
la esperanza, la alegría,
y el ensueño nada más.
Y hoy, al extinguir quizás
mi imagen en tus retinas,
hoy que otra ruta caminas,
sólo escucho, sólo siento
de mi canción, el lamento,
de tus rosas, las espinas.
1059
La brutal crueldad de tu silencio
me clavetea el alma;
yo mismo me sentencio
a escuchar sin oir. Hay una calma
desesperada y tensa en torno mío,
como si el techo de mi casa fuera
a desplomarse sobre mi vacío,
y no quisiera huir, aunque pudiera.
1060
Un día, un día, espero que no tarde,
embozada en la lluvia y el ocaso,
vendrá esa sombra densa y alargada.
Espero que me abrace y que me guarde,
escanciándome el zumo de su vaso,
y me deje dormir, sin sentir nada.
Sonetos
776 - La nueva fe
Ven hacia mí, mujer, que tengo frío;
serás la inquieta llama que caldea
la nueva fe que no se tambalea,
firme como los álamos del río.
La fe de ayer se desplomó en desvío;
descárgame ese impulso que se arquea
con vastedad y fuerza de marea,
sumergiéndote entera en mi vacío.
La ilusión que forjé me fue arrancada,
pasé de serlo todo a no ser nada,
fue el huracán que me dejó deshecho.
Sé mar azul que nunca se retira,
aire que arrulla, mece y se respira,
piel que jamás explorará otro lecho.
Los Angeles, 1 de mayo de 2003
777 - Calma
Al alba gris la luz se despereza
en actitud de gesto indiferente,
avanzando su paso sobre el puente
donde la noche a replegarse empieza.
El viento entre los álamos bosteza,
se duerme el surtidor sobre la fuente,
en el cauce sestea la corriente,
la hojarasca en el páramo tropieza.
Todo el amanecer es un letargo,
tibio sosiego inmensanmente largo,
como quien no prefiere despertar.
En lánguida indolencia, dos amantes
perpetúan la noche, navegantes
por un sueño de azul y verde mar.
Los Angeles, 2 de mayo de 2003
778 - Mirada
Se apoya en ti mi lánguida mirada,
exhausta de vagar; yace a la espera
de tu respuesta, muda prisionera
en lazos invisibles maniatada.
Exhibe aura de rosa desmayada
que olvidó reanimar la primavera;
si lograras mirarme, si tuviera
tan sólo un rayo de tu luz dorada...
Me tiembla el mundo entero en la retina,
el silencio en clamor se arremolina,
y en vértigo la mente se voltea.
Aguardo, aspiro, me intimido, acecho,
y a golpes, sobre el yunque de mi pecho,
el corazón inquieto martillea.
Los Angeles, 2 de mayo de 2003
779 - Renuévame
Descarga tu relámpago de brazos,
firme látigo en torno a mi cintura;
nunca ha sido mi noche tan oscura,
ni mi carne se abrió a tales zarpazos.
Anúdame, mujer, con nuevos lazos,
que aún tengo el alma virgen y madura,
abran tus manos honda sepultura
y entierren decepciones y rechazos.
Renuévame esta vida desgastada,
ánfora rota, rama desgajada,
agua vertida, remos que no reman.
Mas sin desvanecer bajo tus manos
las huellas de los besos, ya lejanos,
que ella imprimió en mi piel, y que aún me queman.
Los Angeles, 6 de mayo de 2003
780 - Abrázame
Sin pudor, con la blanca rebeldía
de sábanas revueltas, en la rueda
de esta vida glacial que asiente y veda,
que encarama y sumerge día a día;
gire y avance en ansia o apatía,
rayando el lodo, alzando polvareda,
dale tu espalda, y que tu pie proceda
a mí en procacidad y en osadía.
Si la vida es manojo de momentos,
amputemos espinas y lamentos,
protejamos las rosas del placer.
Tú y yo somos el mundo perceptible,
nuestra verdad es la única infalible,
no hay nada más: Abrázame, mujer
Los Angeles, 7 de mayo de 2003
781 - Dilema
Se ovilló en el silencio, como el feto
se acurruca flotante en la placenta,
con esa reclusión de cenicienta
que aún no ha desenterrado su secreto.
Y durmió en soledad, sueño repleto
de palabras con tono de tormenta
que nunca supo articular, atenta
más al temor que a su matiz concreto.
Y al despertar lamentará el dilema
de hablar hiriendo al abordar el tema,
o de sumirse en un mutismo hiriente.
Oh, dime, no me digas, habla, calla,
que soy un polvorín que tanto estalla
por verdad que por dudas en la mente.
Los Angeles, 7 de mayo de 2003
782 - Vida en soledad
Siervos de incómoda, opresiva idea
que fue, pero que ya no es sentimiento,
nos azota en el rostro el frío aliento
que un tiempo susurró, pero hoy vocea.
Esta ceniza gris que nos rodea,
vestigio de lejano ofrecimiento,
alborozo que fue, y hoy ya lamento,
troquel que ni se acopla ni moldea;
esa cadena que reconocemos,
que no osamos quebrar, porque tememos
la desorientación en libertad;
ese páramo estéril en que yace
la rosa del amor que se deshace,
piel sin contacto, vida en soledad.
Montreal, 16 de mayo de 2003
783 - Confidencialidad
Tú, pedestal de bronce en que se asienta
mi estatua de dolor, foso en que vierte
sus lamentos el alma, contrafuerte
en que me apoyo si el pesar aumenta.
Tú, delicada candidez que ahuyenta
sombras de duda, pánico de muerte;
si no hubiera llegado a conocerte,
qué indefensa mi vida, qué sedienta.
Cada palabra tuya reconstruye
cuanto la hiriente decepción destruye,
suave tacto de labios, ojos, mano,
emanando en calor de tu distancia;
nunca el tibio matiz, la disonancia,
sólo tu íntimo estilo tan humano.
Montreal, 18 de mayo de 2003
784 - Ya no floreces lirios
Se me aglomeran las palabras mudas
que ayer brotaron de la fértil tierra
de tu lúbrica boca, que hoy se cierra,
gestando incómodo arsenal de dudas.
Ya no floreces lirios, no desnudas
ideas ni recuerdos, ni se aferra
tu mente a la verdad; perdí la guerra
desde que en miedo de la luz te escudas.
Fuiste pasado de ondas y rumores,
eres presente gris sin esplendores,
huérfano de frangancias y clamor.
Ya no me dices nada, y lo que dices
se agosta al punto, falto de raíces,
inodoro, incoloro, sin sabor.
Cincinati, 18 de mayo de 2003
785 - Mi fortaleza
Tropecé, sucumbí, me recupero;
me afligí, sollocé, me cicatrizo;
si embrollado en error, me reorganizo,
si perdido, hallaré nuevo sendero.
No he de perpetuarme prisionero
de entorno en convulsión, cielo plomizo;
si humano soy, no me deshumanizo
por reir o llorar cuando yo quiero.
Alrededor de mí una fortaleza
alza sus líneas, pieza sobre pieza,
velando cuanto soy y cuanto tengo.
En vigilancia guardaré la entrada,
a quien no se me da, no daré nada,
daré a quien da, de los demás me abstengo.
Los Angeles, 18 de mayo de 2003
786 - Ambos
¿Te amé? Tal vez. Hice el amor contigo,
y en el momento más apasionante
tuve relámpagos de un otro amante,
resucitando en ti sólo al amigo.
Te hice el amor, con otro por testigo,
intermitente, adusto visitante;
aplasté su recuerdo en tu semblante,
y en cierto modo se quedó conmigo.
Lo borré, penetrando en tu mirada,
abrazándote el alma, alborozada,
mezclando mis sudores en tu piel.
Y hoy que entre ambos amores titubeo,
ignoro si a ambos por igual me empleo,
o si a los dos soy igualmente infiel.
Los Angeles, 22 de mayo de 2003
787 - Pérdida
Se me perdió en los lindes del olvido
cierta noche de abril, cuando las rosas
contraen sus corolas temblorosas
para estallar cuando haya amanecido.
En realidad, se había ya perdido
por sendas forasteras, tortuosas,
y yo perdí, al perderla, tantas cosas,
que me quedé en silencio, oscurecido.
Volvió su voz, mas con extraño acento,
regresó la mirada en vano intento
de transmitir su luz desvanecida;
y el tacto era temblor y titubeo.
Hoy es la sombra lo único que veo,
y sólo siento el pulso de la herida.
Los Angeles, 23 de mayo de 2003
788 - No hay primavera
No hay primavera para tus miradas,
como días de invierno, humedecidas,
como tardes de invierno, oscurecidas,
como noches de invierno, atribuladas.
No hay para tus sonrisas llamaradas,
como hogueras sin leños, extinguidas,
como débiles muecas, encogidas,
como rosas marchitas, desmayadas.
No hay para tu palabra timbre y tono,
sólo un resabio amargo de abandono,
una incómoda dosis de tristeza.
No hay colores ni música en tu ensueño,
sólo antiguos recuerdos, cuyo dueño
ya no es el corazón, es la cabeza.
Los Angeles, 23 de mayo de 2003