Poemas de amor, de soledad, de esperanza de
Francisco Álvarez Hidalgo
Desalmenada el alma

Índice

Sonetos:
Al destierro Tutela Fragor de cristal Déjalo libre Autorretrato Antes y después Entre mis dedos No me toques Vino en mi invierno Esa voz
Poemas:
Ese espacio Nuevo invierno Desalmenada el alma Para el regreso es tarde Sin playa
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Breverías

1061
Se me rebela el ángel de los sueños, a quien he mantenido encadenado; ya no quiero soñar; he renegado de mar y cielo azules y risueños. Dejadme con la noche y la tormenta, ocultadme la risa y la fragancia; dadme ignorancia, sí, mucha ignorancia, y una mente aturdida, soñolienta.

1062
Me preguntan por ti quienes presienten que ya no estás. ¿Tan claro es el mensaje que de mis ojos en dos líneas brota? Diré a mis párpados que las ausenten; y aplicaré sobre ellos un vendaje que me instale la amnesia gota a gota.

1063
Si has de herirme, acumula tus enojos, traspáseme tu lanza; no habrá queja; quiero morir mirándote a los ojos, y el puñal en la espalda no me deja.

1064
La ilusión es la nube en que yacemos, sueño sin despertar y sin dormir; es temblor con que nos estremecemos, y como vino, un día ha de partir. El desencanto es un traspiés fortuito, alto en la marcha, cruce en el camino; ni es el fin, ni es desastre, ni es delito, es algo que se irá como se vino.

1065
Estoy contigo a punto de perderte, en una vida de cartón y alambre, en la frontera de la sed y el hambre, siempre contigo al borde de la muerte.

Sonetos

799 - Al destierro
“Ay, Castilla, que faces a los omes y los gastas” (Poema de El Cid)
Yo voy también camino del destierro; la patria que adopté se me hizo extraña; la amé, luché por ella, aún me acompaña en el recuerdo, al que ávido me aferro. Fui caballero de oro, y cada cerro fue montaña de luz que el campo baña; tuve un castillo, tengo una cabaña, y mi armadura transformada en hierro. Soy el mismo de siempre, no ha cambiado mi piel de amante o temple de soldado, sólo los ojos que una vez me vieron. Ojos que vi llorar, que ya no miran, ojos que ya no sé si hoy se retiran, o si hace tiempo que de mí se fueron.
Los Angeles, 27 de mayo de 2003
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800 - Tutela
Abanderada estoy de tu presencia, envolviéndome toda, como un manto; palia el temor, no me protejas tanto, que madure mi propia independencia. No quiero amalgamarme en coexistencia que me impide crecer, que al desencanto abre la puerta y desemboca en llanto... Tengo que acentuar mi diferencia. Yo misma debo combatir mis guerras, y si en tu cerco protector me encierras, nunca habrá un triunfo que se llame mío. Dame amplitud, déjame andar mis pasos, que se reafirmarán con mis fracasos, más que tropiezo, nuevo desafío.
Los Angeles, 28 de mayo de 2003
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801 - Fragor de cristal
Quieres decir adios, sin saber cómo, sin derramar la sal sobre la herida; sangre habrá siempre en cada despedida, y un fragor de cristal, y alas de plomo. Se nos rompe la vida sobre el lomo, se nos quiebra la espalda so la vida, y hay efectos de brújula perdida, de amanecer sin luz, puño sin pomo. Y ha de haber dos, o al menos un vacío, desbordándose el llanto en largo río, sin que sepamos a qué mar desciende. Y el mundo sigue en su rodar constante, ajeno a la hemorragia de un amante que trata de entender, pero no entiende.
Los Angeles, 29 de mayo de 2003
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802 - Déjalo libre
“Si amas algo, déjalo libre; si vuelve a ti, fue y siempre será tuyo; si no volviera, nunca lo fue.” (Anónimo)
Libre serás, sin rienda o ligadura, dueña de tu timón, de tu volante, en tu propio camino, caminante, llave para tu propia cerradura. Bate las alas; hay una aventura en cada ruta virgen; un instante distinto a cualquier otro, y un semblante que a la sonrisa nueva se apresura. Si un día vuelves a mi compañía, sabré que siempre has sido y serás mía, y si no regresaras, no lo fuiste. Arderán mis antorchas a la espera de tu reaparición, yo roca y cera, firme en la fe, y en la demora, triste.
Los Angeles, 29 de mayo de 2003
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803 - Autorretrato
Actitud informal de adolescente, con un trazo sutil de timidez; condición juvenil de insensatez a sugerencia y freno resistente; proclividad sensual, irreverente, entre paréntesis de madurez; serenidad estoica de vejez, sólido siempre, nunca indiferente. Me dejo seducir por el encanto, no me avergüenzo de imprevisto llanto, me arrebata la piel en desnudez; hay un nido de versos en mi almohada, y hago el amor con la mujer amada al ritmo del Concierto de Aranjuez.
Los Angeles, 29 de mayo de 2003
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804 - Antes y después
Miedo al gozo que el duelo dinamita, y a la partida tras el gozo, miedo; miedo a poner sobre la llaga el dedo, miedo al clavel de ayer, que se marchita. Qué paradoja de ecuación maldita, simplicidad con máscara de enredo; ¿por qué no puedes tú, si yo sí puedo, aceptar la expresión que nos invita? ¿Por qué no hacerte de ilusiones dueña? ¿Porque hay un despertar cuando se sueña? ¿Porque a la vida seguirá la muerte? Estás viendo las cosas al revés, matando el antes porque habrá un después, y olvidas que en un antes fui a quererte.
Los Angeles, 29 de mayo de 2003
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805 - Entre mis dedos
Inevitable y leve te deslizas entre mis dedos, y de mí te evades, dejando al paso largas soledades, y un fuego agonizando en sus cenizas. Te siguen nubes lúgubres, plomizas, a punto de parir oscuridades, germinan en tus huellas orfandades, abres heridas, no las cicatrizas. Qué deserción, qué pérdida sangrienta, te vas en suavidad, mas tan violenta tu ausencia en el crepúsculo me explota, que me ahuyenta la noche, y no consigo dormir, sino soñar, soñar contigo, navegando otros mares, tan remota.
Los Angeles, 30 de mayo de 2003
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806 - No me toques
No me toques mujer, no todavía, que su contacto en mí está aún muy reciente; te ha buscado mi piel, y se arrepiente, incapaz de anular su compañía. Me rodea agresiva una jauría de besos y palabras, obediente sólo al recuerdo suyo, y resistente a nueva sensación, nueva alegría. Si ves mis ojos, la verás en ellos, su fragancia se alberga en mis cabellos, en mis labios su nombre es aún temblor. No me toques, mujer, que sigue viva, y tu caricia, aún leve, fugitiva, me rasgaría el alma de dolor.
Los Angeles, 31 de mayo de 2003
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807 - Vino en mi invierno
Vino a mí en el invierno, cuando callan las aves, y se duermen los rumores; cuando lo blanco apaga otros colores, y en timidez los besos se amurallan. Vino con manos de escultor, que tallan cada línea del cuerpo, sin temores, brazos abiertos, ojos soñadores que como barcos en el alma encallan. Era mi invierno, la estación sombría que se ve transcurrir día tras día, en silencio y quietud involuntarios. Vino en mi invierno y me hizo primavera; y hoy que se va, revertiré a la espera de agotar mis escasos calendarios.
Los Angeles, 31 de mayo de 2003
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808 - Esa voz
Podría amarte sin que lo supieras, y así tal vez será mi amor mañana; pero hoy seré repique de campana y tremolar radiante de banderas. Sé que mi pie ha alcanzado tus fronteras, y que mi luz se estrella en tu persiana, y sé que mi ilusión de porcelana se fragmentó en mil piezas y maneras. Tanto que no sabía he aprendido, tanto que sólo había presentido al escuchar la voz de la razón; esa voz que incesante martillea, y no hay amante que la escuche o crea, hasta encontrarse solo en su rincón.
Los Angeles, 31 de mayo de 2003

Poemas

Ese espacio
Ahuécame los brazos, hazme sitio a tu lado, donde el dolor se torne traslúcido y sedoso, un espacio benigno, donde nadie haya estado, donde no desordenes mi pulso o mi reposo. Evítame el contacto de tanta compañía como llevas a rastras; su presencia sofoca; que se gasten las plantas de sus pies cada día, que se pierdan sangrando sobre la dura roca. Engáñame de nuevo, como me has engañado tantas veces, cantando cuánto mi amor te afecta; yo veré la mentira, mas quedaré callado, y creerás que mi mente infeliz no la detecta. Sonríeme con esa sonrisa que otros hombres han pensado exclusiva, sólo a ellos destinada; y al mezclar tu cerebro mi nombre con sus nombres, diré que me das tanto, aunque yo sé que es nada. Inventaré ese espacio que nunca dar supiste, porque tal vez no tienes un espacio que dar; me engañaré a mí mismo, mas no me verás triste, aunque ruede mi llanto como un río hacia el mar.
Los Angeles, 2 de mayo de 2003
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Nuevo invierno
Cada mujer que me amó fue una huella en mi camino, una columna en mi templo, una página en mi libro. Cuando, al borde de una tarde de primavera, ella vino, se extraviaron las huellas en estrías de rastrillo, desmoronadas cayeron las columnas y los frisos, y las páginas, cerradas, se durmieron en olvido. Se abrió una calzada de oro de su corazón al mío, firme catedral de mármol se elevó en campo de lirios, y anaqueles abrazaron textos nuevamente escritos. Se fue desnudando el tiempo, y hubo granazón de trigos, bajo los pámpanos verdes maduraron los racimos, el viento arrancó las hojas, se murió el año de frío, y el año nuevo, inexperto, con su condición de niño, se olvidó la primavera, y un nuevo invierno nos hizo. Al ausentarse ella, todo quedó, como yo, vacío.
Los Angeles, 3 de mayo de 2003
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Desalmenada el alma
Atrincherado estoy en el desorden de un antes y un después, en la sospecha, en el desasosiego palpitante de verdades a medias; este alud de imprecisas disyuntivas cebadas en los meses de la ausencia, pesa tanto en la mente que no alcanzo a flotar otras ideas. Desalmenada el alma, carece de la audacia y de la fuerza para enfrentar el duelo, recomponer la paz, sellar las grietas. Dejaré que la lima del tiempo alise estrías y asperezas, y volveré a rozar tu superficie cuando la luz diluya esta tiniebla.
Los Angeles, 8 de mayo de 2003
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Para el regreso es tarde
En pie, mirando al mar, desde el acantilado, te veo sobre el agua, mi bergantín de oro; el viento que hoy arquea tus velas me ha usurpado tu reflejo invertido, y en tu partida, lloro. Se aminora tu imagen, se deslíe la estela, y soy un horizonte cada vez más lejano, esa línea yacente que nada desnivela, por haberla trazado la muerte con su mano. Sobre el otro horizonte que en tu rumbo encaminas, con un sueño de antorcha que entre las olas arde, tal vez halles el hielo, las sombras y las ruinas, y anclarás, porque entonces para el regreso es tarde. Y en tus horas calladas de soledades ciegas, mirando al horizonte del que un día partiste, tal vez pienses, o sueñes, que de nuevo navegas, pero estarás anclado, y como yo, tan triste.
Atlanta, 8 de mayo de 2003
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Sin playa
Quiero sentir el alma fluyendo como un río sobre la blanca arena de esa playa distante donde duermen los días, donde el mar se haga mío con su abrazo de espuma, con su rumor constante. Porque hoy nadie me encuentra, nadie sabe si fluyo, nadie sabe si yazgo, si gimo, si respiro, entre las tenues sombras del verso me recluyo, y en los vanos fantasmas de la mente me inspiro. Me han tocado en el hombro manos suaves, ligeras, y al volver la mirada, sus ojos me han asido; hemos andado juntos, han sido compañeras, hemos triunfado a veces, y otras veces perdido. Y hubo también aquélla que juzgué permanente, que me llevó a su altura y a sus profundidades; y al fin fue más idílico producto de la mente, que síntesis armónica de sus propias verdades. Llevo un caudal ingente de palabras e ideas, un polvorín de manos, sentimientos y besos, desde el sexo al cerebro, pertinaces mareas sacudiendo implacable la armazón de mis huesos. Quiero dejar su flujo desbordarse con furia, por la llanura abierta o el cauce establecido, la ternura ofreciendo su mano a la lujuria, la mirada en los ojos, la palabra al oído. Pero si nadie entiende de playas receptoras donde afluyan mis aguas, me perderé en el llano; en la meseta estéril, desierta, en que las horas transcurren lentas, lentas, y todo es tan lejano.
Los Angeles, 25 de mayo de 2003
Diseño: Carmen Álvarez
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