Sonetos
789 - El reclamo (I)
Campana azul de hipnótico mensaje,
sin bronce, sin rumor, sin campanario,
que tañes sólo para mí a diario,
y sólo yo conozco tu lenguaje.
Invisible campana en el paisaje
de la casa rural, mi santuario,
umbral del entrañable itinerario
a que me prometí peregrinaje.
Quise volver a ti, tanto aún lo quiero,
que soy de mi deseo prisionero,
prisionero también de adversa suerte.
Debo esperar, no sé con qué esperanza,
mientras ella, sin mí, sola, te alcanza,
sola, al amanecer, cuando despierte.
Los Angeles, 23 de mayo de 2003
790 - Allí estás hoy (II)
¿Qué te han dicho las piedras de los muros,
revestidas de besos invisibles?
¿Y el rumor de palabras apacibles
a ellas prendidas, pétalos oscuros?
Allí estoy yo, en mis júbilos más puros,
en mis sollozos más imperceptibles,
en mis propósitos de hacer posibles
nuevos sollozos, júbilos futuros.
Y allí estás hoy, en pie, con ambas manos
palpando los relieves más livianos
de la pared que nuestro aliento anuda.
Y es como si en las yemas de tus dedos
temblaran tus recuerdos, y tus miedos,
sobre mi propia piel, fiel y desnuda.
Los Angeles, 23 de mayo de 2003
791 - Evocación (III)
Caiga sobre las losas desiguales
tu llanto dulceamargo de añoranza,
mientras la llama sobre el leño danza,
mientras plañe la lluvia en los cristales.
Casi un eco de séquitos nupciales
surge de la penumbra, una alianza
de recuerdo y deseo, en la esperanza
de ascender como el humo en espirales.
Revivir el pasado en los disfraces
de miembros desligados, incapaces
de duplicar lo que la unión creó.
Uno no es solución, uno es problema,
idea y verso forjan el poema,
tú estás allí, pero te falto yo.
Los Angeles, 23 de mayo de 2003
792 - Transformación (IV)
El ángel de Teverga ha ennegrecido
sus alas de jazmín, su vestimenta,
punzante en cada dedo le revienta
un espolón de acero retorcido.
De las palabras suaves, al oído,
de la armónica calma, la hora lenta,
de la sincrónica erupción violenta
de sentimiento, estímulo y sentido;
de todo cuanto fue sueño y suceso,
nostalgia e ilusión por el regreso
al albergue dormido en lejanía;
hoy sólo queda un antro profanado,
un ángel negro, un fuego sofocado
por cenizas de absurda fantasía.
Los Angeles, 24 de mayo de 2003
793 - ¿Cómo haré? (V)
Me has pintado de negro las pupilas,
y me pierdo en la noche de mí mismo;
implacable me empujas a un abismo
que bien conoces, pero no vacilas.
Lenta, muy lentamente me aniquilas,
pieza ya inútil de tu mecanismo;
necesito otra fe y otro bautismo,
y un mundo nuevo, y aguas más tranquilas.
¿Cómo puede la mano que fue un día
caricia leve, extática agonía,
desgarrar hoy la piel con tal encono?
¿Cómo pude yo amarte, y cómo aún puedo?
¿Cómo haré por librarme de este enredo,
si yo aún no sé si te odio o te perdono?
Los Angeles, 24 de mayo de 2003
794 - Esta mente (VI)
Duerme en el hórreo una cosecha entera
de mentiras con rostros de verdades,
de incertidumbres y de ambigüedades,
que la mente ha segado a su manera.
Esta mente, perenne viajera
por campos pródigos de adversidades,
que puede confundir las realidades
con la neblina gris de la quimera.
Esta mente que escruta y analiza,
desangra el corazón, e inmoviliza
las alas que se baten para el vuelo.
Esta mente que ve y se desentiende,
que insiste, olvida, ataca, se defiende,
y encubre todo en transparente velo.
Los Angeles, 24 de mayo de 2003
795 - Mi refugio (VII)
Ah, mi refugio en la callada aldea,
qué pocos días tu ocupante he sido,
pero cuánto de ti, cuánto he vivido,
cómo tu ayer mi espíritu moldea.
Fui más hombre por ti, fui más idea,
mucho más sentimiento, más sentido,
y hoy, a punto de haber restablecido
tu contacto, mi fe se tambalea.
Tu intimidad, la mía, mancilladas,
y abatidos sangrantes a lanzadas
mis recuerdos flotantes en tu entorno.
Ha vuelto a ti en extraña compañía,
y el filo agudo de una daga fría
me rasga el alma y corta mi retorno.
Los Angeles, 24 de mayo de 2003
796 - En ruinas (VIII)
Teverga de la huella en los amantes,
del templo místico de la memoria,
hoy mi llanto es por ti, sombra de gloria,
pirámide de ruinas humeantes.
Tus muros aún en pie, y albas radiantes
rompiendo en cantos de color y euforia,
engendrándose intensa, viva historia
con el paso de nuevos visitantes.
Pero dentro de mí estás destruída,
perdido el pulso que te dio la vida,
viejo esplendor, vigente decadencia.
Fuiste símbolo, rumbo, expectativa,
eres sepelio, y en tu comitiva
clama el dolor con trémula elocuencia.
Los Angeles, 24 de mayo de 2003
797 - Mi albergue (IX)
En el recuerdo vivirás, pues mana
de una vida inmortal de siete días;
íntima calidez de noches frías,
roce tibio del sol cada mañana;
el llanto de la lluvia a la ventana,
contagiándonos sus melancolías,
y un temor de inminentes lejanías,
claro como tañido de campana.
Yo podría partir, con la promesa
y la seguridad de quien regresa,
como vuelve la luz de la alborada.
Pero hoy, mi albergue, nada es ya lo que era;
tú eres el alma de una primavera
en otra primavera asesinada.
Los Angeles, 24 de mayo de 2003
798 - He de volver (X)
He de volver, como quien deja flores,
ofrenda de color y de ternura,
al borde amargo de la sepultura
donde enterrados yacen sus amores.
He de volver cuando los ruiseñores
paralicen su vuelo en la espesura;
cuando duerman las voces, y la oscura
tarde de otoño pierda sus colores.
He de volver cuando el paisaje insiste
en su tono severo, manso, triste,
en su ritmo noctámbulo, sin prisa;
yo en soledad, el arrabal desierto,
cuando todo parezca haberse muerto,
porque también ha muerto mi sonrisa.
Los Angeles, 24 de mayo de 2003