Breverías
1073
Es la ocasión propicia, la medianoche ciega,
hora que debilita mentes y voluntades,
cuando el instinto avanza, y el pudor se repliega,
momento de imprecisas, vagas ambigüedades.
Cuando el sentido explora zonas en ti ignoradas,
irrumpidas en honda, lenta espeleología,
y se revelan tensas zonas en mí olvidadas,
amalgamadas ambas hasta el albor del día.
1074
He descendido al húmedo sótano de tu entraña,
donde se catalogan y archivan tus deseos,
y he visto en mis ficheros una absurda maraña
de nervios en desuso, débiles titubeos.
Bajo mi nombre un día se acumulaba tanto
de avidez y de impulsos, de euforia y erotismo...
Hoy se acumula polvo, cansancio, desencanto;
tú no eres ya quien fuiste, aunque yo soy el mismo.
1075
Llevo mi alforja llena de besos destruídos,
de remotos recuerdos, hoy tan mustios y extraños,
y un corazón creyente rompiendo en alaridos,
porque la fe adquirida se ha roto en desengaños.
Sobrecarga curvando la espalda, esa es mi hacienda,
tan inclinado a veces que sólo mis pies veo;
pero sigo avanzando, porque aún tengo una ofrenda
que alguien tal vez acepte, y hacia ese fin me empleo.
1076
Aún no he visto tus ojos, tus párpados he visto,
telón impenetrable hasta sus pies caído;
su claridad opaca me conversa, y desisto
de mirar otros ojos o prestarles mi oído.
Cuando se abran y miren, y logre contemplarlos,
y su voz silenciosa me platique en directo,
ignoraré otros ojos, torpes para eclipsarlos,
pues tendrán el destello que, aún sin verlos, detecto.
1077
He quemado los años, y una columna de humo
se alza de sus cenizas, pavesas en revuelo;
pero no son los años, soy yo quien me consumo,
nieve fundida al roce cálido del deshielo.
1078
Al caminar, persigo cuantas luces mantengan
sus llamadas de faros en proyección lejana;
y en el recodo sueño brazos que me detengan,
que me dejen inmóvil, sin ayer, sin mañana.
Sonetos
815 - Qué bon vasallo (I)
“Dios, qué bon vasallo si oviera buen señor”
(Poema de El Cid)
En los campos el aire se estremece,
el polvo gris se arremolina y danza,
cabalga El Cid, espada, escudo y lanza,
al exilio. En el páramo anochece.
Ni exige fuero ni protesta ofrece,
mudo y sereno sobre el campo avanza,
fiel en victoria, ajeno a la venganza,
por un señor que no se lo merece.
Aún por las noches en sus ojos brilla
la luz del sol de su árida Castilla,
le dilatan el pecho sus mesetas.
Bajo su firme voluntad de hierro,
habrá añoranzas, pero no hay destierro
que subyugue a guerreros ni a profetas.
Los Angeles, 3 de julio de 2003
816 - Qué bon amante (II)
“Dios, qué bon amante si oviera bona amada.”
Le vieron caminar por vez primera
al tropezar su luz en el ocaso;
hasta entonces no había dado un paso
que firme huella sobre el barro hiciera.
Ella surgió como una cordillera
del fondo de las aguas, como un vaso
intacto entre las ruinas del fracaso,
espléndida, imprevista primavera.
El se abrazó a una forma transparente,
que después se hizo sombra indiferente
diluyéndose en noche ciega y fría.
Hombre fiel, soñador, siguió aguardando,
manteniendo el amor, y disculpando,
y esperando su vuelta..., todavía.
Los Angeles, 3 de julio de 2003
817 - Reconstrucción
De nuevo su recinto amurallado,
a la defensa el alma se encamina;
se alza gentil, de la humeante ruina,
bloque a bloque el alcázar arrasado.
Nueva mano de obra se ha brindado
a la reconstrucción; tras la colina,
la hueste destructora aún se adivina,
tormenta en horizonte anubarrado.
Tal vez el escuadrón vuelva al acoso,
tal vez en el confín pardo, brumoso,
se encabrite el corcel del vendaval.
Amurallado estoy, y el son doliente
del recuerdo, será sombra en la mente,
viento que gime en el cañaveral.
Los Angeles, 4 de julio de 2003
818 - Alza los párpados
Alza los párpados, mujer, y mira;
mira de frente, con el alma abierta;
tanto has dormido en soledad..., ¡despierta!,
duerma el silencio ya, pulse la lira.
Revolotean coplas, se retira
la tristeza a su cueva, está desierta
de temores la casa, y a la puerta
aire de primavera se respira.
Tiemble tu mano al tacto de mi mano,
y en las teclas de piel de tu piano
mis dedos crearán nueva armonía.
Abrete a mí, pupilas vinculadas,
labios, senos, rodillas separadas,
mujer irreversiblemente mía.
Los Angeles, 4 de julio de 2003
819 - Cordura
"En asuntos de amor los locos son los que tienen
más experiencia. De amor no preguntes nunca a los cuerdos; los cuerdos aman cuerdamente, que es como no haber amado nunca." (Jacinto Benavente)
Mi amor se ha revestido de cordura
tantas veces que sólo me ha dejado
un ligero temblor apaciguado,
y una imagen lejana, en miniatura.
Pero un recuerdo extático perdura
en luz e insensatez aglutinado,
de lógica y razón desarbolado,
con su propia, inequívoca estatura.
Un día, la cautela y la fatiga,
urdiendo turbia, clandestina intriga,
le usurparon la noche de los sueños.
Quedé con mi locura, y ella cuerda;
ella, la que me amó, tal vez recuerda
imagen y temblores...tan pequeños.
Los Angeles, 4 de julio de 2003
820 - Se va la vida
Se desgastan mis pies. Largo el sendero,
pavimentado en luto y aspereza;
mi sensatez, sonámbula, tropieza
desprovista de fuerza y derrotero.
Manos rocé al pasar de gris acero,
besé labios de rígida corteza,
y hoy me ciñe inequívoca certeza
de ser, en mi perímetro, extranjero.
Todos somos de algún modo expatriados,
de esperanza o de amor desvinculados,
en busca de la tierra prometida.
Y de un país a otro país errantes,
o en tanteos de nómadas amantes,
desgastados los pies, se irá la vida.
Los Angeles, 8 de julio de 2003
821 - Leve sonrisa
Emerge mansa, y en el rostro flota,
extática sonrisa ilimitada;
no sonríen los labios, la mirada
tampoco el brillo de alborozo anota.
Simplicidad de placidez remota
en tenue luz, no abierta llamarada,
como esa claridad de la alborada
que filtra la mañana gota a gota.
Es caricia sin mano, tan ligera
como brisa gentil de primavera,
mezcla de suavidad y de rumor.
Sutil reflejo, casi imperceptible,
de un afecto recóndito, asequible
sólo a través de noches de temblor.
Los Angeles, 8 de julio de 2003
822 - Vaivén
Al borde estás de fuga y arribada,
en incierta postura que carece
de credibilidad, y permanece,
aún fingiendo venir, en retirada.
Mi voz ya no se esfuerza; está cansada
de repetir tu nombre, y enmudece;
en mis ojos la niebla se adormece
en desvanecimiento de mirada.
Casi no estoy en ti, casi te has ido,
casi vienes a veces, y abatido,
cuando casi te vas, me desmorono.
Juegas a las mareas, y en la playa
mi castillo de arena se desmaya
con tu vaivén, promesa y abandono.
Los Angeles, 10 de julio de 2003
823 - Volver
Vuelvo a ver los colores en la rosa,
y de nuevo respiro su fragancia;
percibo armónica la disonancia
que antes hirió mi oído, bulliciosa.
Ciñó una sombra fría cada cosa
que fue en mi entorno esencia o circunstancia,
y entumeció el sentido, en repugnancia
de tono y rasgo en cada forma hermosa.
Hoy despertó la luz de la mañana
sobre mi rostro, nunca tan temprana,
ni tan pletórica, acariciadora.
Yo desperté también, como el que advierte
que regresa del borde de la muerte
para sólo vivir su última hora.
Los Angeles, 11 de julio de 2003
824 - Tu voz
Tu voz, tu voz, crepúsculo distante
perdiéndose en la sombra, balbuceo
que apenas se recuerda, parpadeo
de estrella de oro en luz agonizante.
Fue resonancia un día, equidistante
entre murmullo y grito de deseo,
fue doblar de campanas a voleo,
fue angustia y beso y explosión de amante.
Luego cedió al silencio nebuloso,
frío sueño sin luz y sin reposo,
pesadilla de agobio, incertidumbre.
Tu voz, íntimo lazo que me unía
a ti en gozo y dolor, se me fue un día,
y hoy sólo oigo a la absurda muchedumbre.
Los Angeles, 11 de julio de 2003
825 - Todos estamos muertos
Todos estamos muertos, los que un día
amamos con dolor desesperado,
los que en su desventura no han amado,
o callaron amor por cobardía.
Supimos germinar fiera energía,
restallar cada hueso alborotado,
y al fin nuestro castillo desplomado,
nuestra desolación, nuestra agonía.
Cenizas somos de pasión en ruina,
polvo de amor que el viento arremolina,
rastro borrándose bajo otras huellas.
Y en nuestro silencioso mausoleo,
somos ojos, en débil parpadeo,
mirando inalcanzables las estrellas.
Los Angeles, 12 de julio de 2003
Poemas
Contra el viento
Llego al fin de mi absurdo combate contra el viento;
ni mi espada le hiere, ni mi brazo le alcanza;
ya en rozadura suave o en soplo turbulento,
intangible y perverso en mi contorno danza.
En sus alas tropiezo y el rostro me flagela,
se atornilla en mi oído su murmullo insultante,
es niño ingobernable cuya actitud revela
incomprensión adusta, manera intolerante.
Tiempo atrás, silenciosos, sus dedos invisibles
rizaron mis cabellos, cercaron mi cintura,
contagiando mi mente de sueños imposibles,
de esa ilusión que, aún muerta, parece que perdura.
Y se perdió en el bosque, se adormeció en el lago,
y pensé haber perdido melancólico amigo,
pero volvió, causando desolación y estrago,
la caricia de antaño transformada en castigo.
Luché por subyugarle, no como quien domina,
mas como quien intenta rescatar lo perdido;
y sólo hallé un esquivo fantasma que camina
por senderos extraños que abocan al olvido.
Los Angeles, 2 de julio de 2003
La vida está delante
Es vivir del recuerdo quedar estrangulado
por maromas de tiempo, manos de deserción;
la memoria es cuchillo desgarrando el costado,
venda sobre los ojos nublando la razón.
Mirar atrás impide mirar hacia delante,
es aferrarse a un mito, negar la realidad;
por cada amor que muere resucita una amante,
y por cada mentira surgirá una verdad.
Oye la voz de antaño, mas sin volver la vista,
como quien lleva prisa, como quien sólo avanza;
el pasado es derrota y el porvenir conquista,
ayer es pesimismo, mañana es esperanza.
Si el trayecto a tu espalda se revela dorado,
y la ruta que enfrentas apareciera oscura,
piensa que no has vivido, tan sólo imaginado,
la vida está delante, la vida y la aventura.
Los Angeles, 5 de julio de 2003
Fuga
Hoy que escalas la grupa de mi corcel, amiga,
adosando a mi espalda vientre, mejilla y senos,
hoy que otra vez cabalgas, hoy que nadie te obliga
por senderos y normas incómodos y ajenos;
dejas los años vanos, los propósitos huecos,
tu claustro de nostalgia con los sueños marchitos,
y abres al aire puro los hondos recovecos
donde languidecían silenciados tus gritos.
Hoy eres libre, libre, como las golondrinas,
cada aleteo tuyo será una nueva idea,
un sentimiento nuevo, sin freno, sin rutinas,
y estímulos e impulsos que el corazón moldea.
Hoy que vienes conmigo sin moldes que encorsetan,
sin marcos que limitan, por propia voluntad,
sólo puedo ofrecerte fórmulas que respetan
tu visión y tu ensueño, tu individualidad.
No sé hacia donde vamos, ¿es que importa el adónde?,
voy contigo, marcando nuevos itinerarios,
basta saber que si hablo sólo tu voz responde,
y que ignoramos mapas, artimañas y horarios.
Los Angeles, 6 de julio de 2003