Breverías
1255
Duerme el agua, y no sueña, sólo hay plata
diáfana, inmóvil en la superficie;
el grupo de flamencos se retrata
dormido, equilibrado, en la planicie
de cristal luminoso; no se mueve
ni el aire entre las hojas; quieto el ruido;
sólo un desnudo de mujer se atreve
contra toda esta calma: Se ha movido.
1256
Junto a los pájaros, serpiente activa,
sin veneno en tus blandos ademanes;
toda mía, vivaz, provocativa,
en sol o niebla entre los tulipanes.
1257
En el aire, columpio de los dioses,
oscilarás conmigo, cimbreante,
sin gravedad de Tierra; qué distante
parecerá el portal de los adioses.
En el aire, en extático aislamiento,
sin llegadas de extraños, ni partidas
en la celebración de nuestras vidas,
te convoco en el aire, mi elemento.
1258
Le entregué mi arsenal de ojos y manos,
y ella pendiente de nariz y oídos;
la mirada y el tacto oscurecidos,
olfato y plática en primeros planos.
Vaporicé en mi piel viril fragancia,
y musité mis versos tenuemente,
despertándole casi de repente
ojos y manos en exuberancia.
1259
Tal vez no encuentres manos suficientes
para laborear tu sementera,
tal vez tu sed requiera muchas fuentes,
tal vez reclame un domador tu fiera,
o tal vez lo que piensas, lo que sientes,
pueda desentrañarse a mi manera.
Te anegaré en susurros persuasivos,
flecha en la diana de tus objetivos.
Sonetos
1162 - Sólo un vaivén
Tú, la idea que ya había olvidado,
la imagen que la niebla me robara,
la canción que la noche silenciara,
el susurro que el viento ha disipado.
Llegaste un día, en el acantilado
el mismo estruendo, en la mañana clara
la misma luz, e idéntica algazara
de rumores cruzando el arbolado.
Pero el mundo contigo no era el mismo:
mezcla de languidez y de erotismo,
mestizaje de imágenes e ideas…
Y al partir, siguió siendo diferente,
otra luz, otra voz…, y en el presente
eres sólo el vaivén de las mareas.
Los Angeles, 27 de octubre de 2004
1163 - He pasado
He pasado de nuevo por tu puerta;
huele a abandono y desfallecimiento;
la chimenea en ruinas, sin aliento,
en el zaguán, la malvarrosa muerta.
Como calandria herida, que no acierta
a alzar el vuelo, un estremecimiento
de sonrisas sin alas bate el viento
en cada hueco de ventana abierta.
La entrada sigue siendo sugerencia,
llamada, ruego, mas la indiferencia
es el único huésped que se asoma.
El silencio se pega a las paredes,
duerme el frío en la cama, y tú procedes
a esperar, mientras todo se desploma.
Los Angeles, 29 de octubre de 2004
1164 - Abre tu corazón
Tanto dentro de ti en cautividad,
pidiendo a gritos mudos su rescate;
tantos fieros impulsos en combate
con principios de ambigua oscuridad.
Si hoy la campana de la libertad
su voz mesiánica por todos bate,
abre tu corazón, que se dilate,
derramándose en prodigalidad.
Ha pasado la edad de la caverna,
y sólo quien tenaz se autogobierna
sin presiones ni fábulas, subsiste.
Mira hacia dentro, a tu pequeña fiera,
y a la ocasión que se te brinda fuera;
que no puedas decir que la perdiste.
Los Angeles, 3 de noviembre de 2004
1165 - Mi canto ausente
Te has bañado en mis versos, tan desnuda
como sólo una náyade lo haría;
así te quiero yo; no te querría
bajo disfraz que la belleza escuda.
En desnudez total. Si estaba muda
la fértil mano que a mi voz se alía,
si el silencio abortó la sinfonía,
por ti mi canto ausente se reanuda.
Cansado de soñar sin ver, sin tacto,
en este espacio impersonal, abstracto,
colgué los sueños, marginé la pluma.
Al verte escudriñando cada verso,
recuperé optimista mi universo,
tú sobre mí, como en el mar la espuma.
Los Angeles, 3 de noviembre de 2004
1166 - Belleza
Sólo una vez he visto la belleza,
como el amanecer del primer día;
y tanto como el verla fue alegría,
me la robó la noche, y fue tristeza.
¿Pero no es en la noche cuando empieza
a desatarse cada melodía?
¿No es en la noche que la mente guía
los escuadrones de la gentileza?
No en esa noche en que cerré los ojos
intentando apresar con mil cerrojos
la belleza recién reconocida.
Al abrirlos, se había evaporado;
y sólo su recuerdo me ha quedado
en esta larga aurora oscurecida.
Los Angeles, 4 de noviembre de 2004
1167 - Me apoyo en tus palabras
Me apoyo en tus palabras, monolito
de firmeza, raigambre de esperanza,
aunque el escepticismo a veces danza
en la oquedad del corazón marchito.
Hay palabras que tienen más de grito
que de rumor, y menos de añoranza
que de áspero reproche, más de lanza
que de clavel, menos verdad que mito.
Estas que hoy carismáticas me llegan,
son bordón, lazarillo, impulso, y bregan
por alzar puentes, allanar caminos.
Me apoyo en tus palabras, ya vagando
por rutas de dolor, o sesteando
bajo las altas crestas de los pinos.
Los Angeles, 5 de noviembre de 2004
1168 - Yazgo despierto
He aparcado mi sueño a la ventana,
maniatado en visillos y cortinas;
solloza herido el viento en las esquinas,
y mi ansiedad no aguarda la mañana.
Es tan larga la noche…Se me hilvana
cada idea a un deseo; las rutinas
duermen aunque no duerma, peregrinas
que al crepúsculo se hunden en desgana.
En la sombra el afán se multiplica,
se afina el tacto, el mito se fabrica,
se ve más que a la luz, ésta me ciega.
Yazgo despierto. El mundo es casi mío,
pensándote y amándote. Sonrío.
Que no amanezca más sobre esta entrega.
Los Angeles, 8 de noviembre de 2004
Poemas
Yo te he dado la vida
Entre mis versos naces, magnolia de palabras,
yo te he dado la vida, pero te debo el sueño;
perdieron mis quimeras las efigies macabras
al abrirse tus hojas bajo el sol abrileño.
Tú, criatura mía, sin más contexto o lazo
con el mundo que arrostras, la luz que te rodea,
que el eslabón vibrante de mi cerrado abrazo,
tú, realidad nacida de mi extática idea.
Y ahora que te estremeces luminosa en mi mano,
con temblor de cinturas y abandono de nieblas,
no sé si eres tangible, si espíritu lejano
que de tibios fantasmas mi pensamiento pueblas.
Los Angeles, 5 de noviembre de 2004