Poemas de amor, de soledad, de esperanza de
Francisco Álvarez Hidalgo
Palabras

Índice

Sonetos:
Las palabras No estoy de paso Saudade Gentil naturaleza Tu piel, mi piel Poemario
Poemas:
Una y otra vez Ella tenía un hombre
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Breverías

1250
En la memoria un árbol entierra sus raíces, ramas de descalabros, frutos de cicatrices. A su sombra está el alma, que ni ruega ni elige, añora lo pasado, y el pasado le aflige. Abolido el recuerdo, la sangre ha interrumpido su turbulencia roja, y el dolor se ha dormido

1251
Disemina en el surco grano a grano el amor que te nace, no lo apreses; sazonará tu campo en el verano; muere el trigo, el amor tiene reveses, pero muerte o revés no son en vano, resucitando luego en nuevas mieses. Amor que liberal se distribuye de alguna forma hacia uno mismo fluye.

1252
Hay un algo lejano que me llama, tal vez un alguien que gentil me espera; lo siento como el roce de una rama que de mi tronco eufórica emergiera; como mágico cáliz que derrama todo el aroma de la primavera. Su voz confidencial casi me toca más que por los oídos, por la boca.

1253
Vuelven a mí palabras liberadas tiempo atrás en murmullo o en estruendo; y aunque fueran por mí una vez firmadas, ya no puedo decir que las entiendo.

1254
Mutiladas estatuas de ojos fríos me ven pasar desde sus pedestales; sus viejos pensamientos son hoy míos, ellas serán tal vez más inmortales.

Sonetos

1156 - Las palabras
Se me van las palabras, se me ausentan, cobardes, o más bien insuficientes, filtrándose en silencio entre los dientes; mis ideas tal vez me las ahuyentan. Cuanto más mis conceptos se acrecientan, cuanto más hondos y clarividentes, duermen mis labios menos elocuentes, y en mayor confusión me representan. Entiendo con certeza lo que siento, siento cada matiz del pensamiento, pero es como la niebla su expresión. Necesito inventar un diccionario más propio, más vital, más incendiario, voz de mi mente hacia tu corazón.
Los Angeles, 13 de octubre de 2004
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1157 - No estoy de paso
He caminado en ti la noche entera, peregrino de rutas escondidas, transeúnte de plazas y avenidas, sin hallar cerradura ni barrera. Esta es mi tierra ya; si no tuviera más camino que el tuyo o más guaridas para mis fieras, sobre ti dormidas, no urgiría otro mundo, otra manera. Se despereza el alba, y se despiertan las ventanas sin luz, pero no aciertan los rostros en sus marcos a incitarme. El zurrón del recuerdo abandonado, arrojado a las llamas el cayado, no estoy de paso ya: Vine a quedarme.
Los Angeles, 14 de octubre de 2004
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1158 - Saudade
El agua arrastra su alma luminosa en errática trama en los cristales, el viento juega en locas espirales en esta tarde de mi abril lluviosa. Hay nostalgia en el aire gris. Tediosa canturrea la lluvia en los portales. Tantas palabras suenan hoy triviales que ayer fueran salmodia jubilosa… Los álamos se mecen a lo lejos… Si es el invierno que nos hace viejos, ¿por qué me siento añoso en primavera? Miro el campo a través de la ventana, tan distraído como quien hilvana recuerdos que no quieren salir fuera.
Los Angeles, 17 de octubre de 2004
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1159 - Gentil naturaleza
He soñado el regreso de los vientos a la danza del olmo en la ribera; y el leve tacto de la luz primera rozándome los ojos soñolientos. He soñado a los pies de mis cimientos firme trepar de vasta enredadera; me he soñado a la sombra de la higuera olvidando conflictos y lamentos. Te he soñado gentil naturaleza vertiendo sobre mí paz y belleza, alba de arrullos, noche interrogante. Y seguiré soñando en que amanezcas cada día por mí y me pertenezcas, viento, luz, hiedra, sombra, dulce amante.
Los Angeles, 20 de octubre de 2004
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1160 - Tu piel, mi piel
Tu piel, tambor bajo el redoble andante de mis dedos hambrientos, subrepticios, tu piel, abierta a mansos ejercicios, tu piel sobre mi piel itinerante. Mi piel, penetradora y circundante, en rastreo de arcanos intersticios, mi piel, que aprende todos los oficios y en ti los ejercita desbordante. Tu piel, mi piel, dos planos superpuestos, en parte idénticos y en parte opuestos, piezas diversas de íntimo engranaje. Tu piel, cargado galeón de plata, mi piel, arrollador barco pirata lanzado a toda vela al abordaje.
Los Angeles, 20 de octubre de 2004
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1161 - Poemario
Me hizo el amor, y me dejó en la mano un poemario erótico, profundo; al abrirlo emergió su propio mundo como la melodía en el piano. En cada página un rumor lejano me transmite su voz; voy vagabundo por entre sus poemas, y me inundo de su espíritu ardiente, tan humano. En cada anochecer, sobre la almohada, me arrulla la lascivia enamorada de los versos que su alma identifican. Y al despertar, su libro está a mi lado, sueño extendido, junto a mí acostado, palabras que conceden y suplican.
Los Angeles, 21 de octubre de 2004

Poemas

Una y otra vez
Hoy una amante grita como un ángel gritara, arrancadas las alas de su espalda sangrienta; como si el alma entera se le desbaratara, sin aceptar la suerte, sin entender la afrenta. Tal vez mañana pase por el mismo camino, el que ha jurado nunca volver a repetir, y alce una copa nueva llena de viejo vino, brindando a las estrellas que no han sabido huir. O tal vez sea el vaso rebosante de llanto que una vez más le llega sin inferir por qué; y no entenderá cómo puede sufrirse tanto, y eludirá el impulso de restaurar su fe. Pero habrá otro momento, sobrevendrá otro día, y la misma esperanza, o el mismo servilismo, enredará sus pasos, y en triunfo o agonía, se verá, como siempre, al borde del abismo.
Los Angeles, 15 de octubre de 2004
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Ella tenía un hombre
Cada tarde, al nacer de la penumbra, con su cesta de compra de la mano, y el paso tembloroso de quien no está seguro de sus pasos, recorría la senda, junto al muro, del viejo cementerio del poblado. Nunca entraba. La puerta, de barrotes de hierro escarolados, siempre estaba entornada. La hiedra alzaba su extendido abrazo por los muros de piedra de la vieja capilla. Tantos ramos de flores ya marchitas, tantas fechas y nombres cincelados en el mármol, tanto silencio hundido en tantos elocuentes epitafios… La mujer se acercaba cada día, detenía su paso, y miraba a través de los barrotes, en tensa reflexión, como esperando que una sombra acudiera a su visita, besándole en los labios. Y sólo el sol, cansado, moribundo, le daba un beso de sabor amargo. ¿En qué desolador, inverosímil, cementerio de astros dormirá el sol la muerte de su noche? ¿En qué rincón perdido del espacio? Era joven y hermosa, pero nunca miraba a los extraños, aunque al pasar sentía sus miradas lamiéndole la piel de orquídea y nardo. Ella tenía un hombre, aunque dormido, un hombre que le fuera arrebatado antes del tiempo en que el amor madura, y antes de madurar los desengaños. Un susurro le sigue en su camino, mezcla de póstuma caricia y llanto, susurro familiar, que se acentúa junto a esa puerta, a corazón quebrado.
Los Angeles, 18 de octubre de 2004
Diseño: Carmen Álvarez
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