Breverías
1224
Dondequiera que estés habrá una luna
reflejando tu rostro, al contemplarla;
y yo, lejos de ti, podré mirarla,
y verte como no he visto a ninguna.
1225
La melena en la espalda, no en la tuya, en la mía,
no hay rugido, hay susurro, y en la nuca el aliento,
ocho débiles garras trazan orfebrería,
dos pinceles rosados pintan ofrecimiento.
Tu melena en mi vientre, desaguándose entera
como lluvias de marzo, Nïágaras de rosas,
y ambos péndulos marcan, de cadera a cadera,
sincronizados círculos, elipses silenciosas.
1226
Soy en tu lámpara, que el roce alienta,
tibio temblor de llama amarillenta,
luz que casi agoniza,
fuego medio dormido en la ceniza.
Si acaso en ti muriera,
entiérrame en ti misma, compañera.
1227
Estar contigo es como estar de paso
por ciudad extranjera, peregrino
que a nada llama suyo, y hasta el vino
que bebe, bebe en forastero vaso.
1228
Alzó la mano al pecho
para tocarse el alma. Un aire frío
entrelazó sus dedos. Sobre el lecho,
se perdían sus ojos en el techo;
su corazón, inmóvil y vacío.
Se levantó con gesto rutinario,
sin casi ver a la mujer dormida;
otra noche trivial, otra partida,
y en el mismo camino, solitario.
Sonetos
1128 - Regreso
Tantas noches sin sueños has dormido,
tantas indiferente has despertado
que el cuerpo yuxtapuesto a tu costado
pudiera ser la sombra del olvido.
Cuando el grito de amor ha enmudecido,
y el beso es un clavel pisoteado,
prófugo el corazón abandonado
se desborda del cauce establecido.
Invadirá el verdor de otros terrenos,
más esperanzadores por ajenos,
realizando los sueños que no tuvo.
Y un día volverá a su propio cauce,
las viejas aguas bajo el mismo sauce,
al mismo atajo gris que antes anduvo.
Los Angeles, 3 de agosto de 2004
1129 - Tu piel...
¿Se halla tu piel de tránsito desierta?
Mano procaz, morbosidad mendiga:
Una ansiedad de tacto sin fatiga,
una perenne súplica encubierta.
¿Se halla tu piel al vínculo despierta?
Enredadera, vibración, auriga:
Un brazo en cada vástago, una intriga,
un timonel de rutas a la puerta.
¿Se halla tu piel en vértigo y temblores?
Dorada mies para los segadores:
Pan candeal que llenará la boca.
¿Se halla tu piel al rojo, en borboteo?
Guitarra, cuyo trémulo rasgueo
tu redención voluptuosa toca.
Los Angeles, 6 de agosto de 2004
1130 - Al interior
A tus profundidades hoy desciendo,
tras haber explorado la corteza;
mi pie, en la oscuridad, duda y tropieza,
y hacia tu espíritu mi mano extiendo.
Ruedo en la superficie, oigo el estruendo
del exterior, me afirmo en la certeza
de lo que toco y veo, y mi cabeza
sabe pensar; de lo demás, no entiendo.
O entiendo poco. Sé hacinar detalles
que me hablan elocuentes, aunque calles,
pero quiero explorarte al interior.
No he forzado la puerta, te he invadido
en alas de murmullos; el rugido
sigue en la piel, haciéndote el amor.
Los Angeles, 12 de agosto de 2004
1131 - Misántropo
Sus ojos rebosaban de miradas
incapaces de ver, hombre andariego
de alma oscura, pasando con despego
por las vidas, anónimas posadas.
Hablaba con palabras arrancadas
a su desesperanza de hombre ciego;
palabras aprendidas junto al fuego
en las tardes de invierno prolongadas.
Visitante no más, siempre en camino,
remiso a compartir el pan y el vino,
mísero en la caricia y el saludo.
Y al fin dejó de hablar, nadie atendía.
Bajo el gabán de cuero sólo había
un espíritu amargo, sordomudo.
Los Angeles, 14 de agosto de 2004
1134 - Mi lámpara
Por ti en la noche pertinaz mantengo
encendida mi lámpara; vigilo
la aguja del reloj, tejiendo el hilo
de tu tiempo hacia mí, mas no te tengo.
Sobre tus pasos voy, o quizá vengo,
vivas huellas sobre las que perfilo
el grácil ritmo de tu pie, tu estilo,
y evocándolo a solas me entretengo.
Mi temblorosa luz, desalentada,
filtra por la persiana una llamada
que acaricia la noche, y no respondes.
Yo sigo en mi vigilia, vadeando
por un sueño despierto, ponderando
si hacia mí te diriges o te escondes.
Los Angeles, 18 de agosto de 2004
1135 - Ramo de rosas
En algún sitio es hoy aniversario
de un momento de amor, de aquel instante
clavado en el recuerdo palpitante
y adscrito a un número del calendario.
Será un día trivial y rutinario,
dormida la memoria del amante,
si otro tiempo metódica y galante,
hoy pieza marginal, sin inventario.
Hoy para mí ni para ti es un día
digno de recordar; nada nos guía
a inmóvil, contractual celebración.
Y es por eso y por tantas otras cosas
que traigo para ti un ramo de rosas,
porque te quiero, no hay otra razón.
Los Angeles, 18 de agosto de 2004
Poemas
Nuestros hermanos
Ycuá Bolaños, Asunción, Paraguay
Cerca de 500 muertos en el incendio de
un supermercado.
En el bosque distante
recibe el viejo roble el manotazo,
en zigzag luminoso,
de la imprevista cólera del rayo,
y cae al suelo en llamas;
desde nuestra distancia, es sólo un árbol
anónimo, no el roble
concreto, acariciado,
erguido en nuestro huerto,
a cuya sombra en la niñez jugamos.
En el campo distante,
de esqueléticas mieses y de andrajos,
las lluvias han venido
a destiempo, con furias de naufragio;
habrá niños hambrientos,
padres desesperados,
pero nunca sabremos
sus nombres, sus miserias, ni su llanto,
ni el dolor que perfora sus entrañas
con el puñal del hambre, paso a paso,
porque se nos desbordan de abundancia
las palmas de las manos.
En la ciudad distante,
Dios restalla su látigo,
y arranca vidas, jóvenes y niños,
y adultos, cuyo plazo
pareciera remoto,
que se hunden hoy bajo implacable tajo.
Tienen padres y esposos, tienen hijos,
tuvieron la sonrisa y el abrazo,
la vida era un clavel en la solapa,
era una niña, o novio, de la mano;
y hoy el muro de fuego
alza fronteras, abre cenotafios.
Tantas noticias martillea el día,
tantas muertes sin nombre, que el impacto
nos resbala en la piel del sentimiento,
y sin embargo, son nuestros hermanos.
Sólo el guarismo a veces nos sacude,
quinientas víctimas, quinientos clavos
en tantos corazones que hoy palpitan,
más que con sangre, con sangriento llanto.
Para el hombre distante,
quinientos es anónimo naufragio,
cifra glacial, sin nombre ni apellidos,
y sin embargo, son nuestros hermanos.
Quinientos es un número sin rostro,
sin ojos que nos miren, y sin manos
alzadas al pasar en el saludo
que reconoce en júbilo, sin labios
fabricantes de besos y palabras,
quinientos es un exponente abstracto
de tragedia intangible, sin semblante,
y sin embargo, son nuestros hermanos.
El mundo es como lo hace cada uno,
plaza de pueblo o yermo desolado,
bullicio eufórico o retiro mudo,
copa de plata o ánfora de barro.
No son tan sólo muertos nuestros muertos,
todo el que vive o muere es nuestro hermano.
Los Angeles, 10 de agosto de 2004
Sólo intento
Se dilata esta mente que te piensa,
y ensaya en ti la mano su dibujo;
se me ensanchan las venas por el flujo
de la sangre, más rápida, más densa,
Hoy eres tú la sombra cautelosa
de cien almas girando en torno mío;
o persistente tránsito de río
que, ignorante de tregua, no reposa.
No te remanses, que es la paz ajena
al estremecimiento y a la euforia,
ni perfores la piel de la memoria,
que el recuerdo de ayer subyuga y frena.
Desbórdate a los pies de este momento,
sin punto de partida, sin destino;
ya lo dijo el poeta, ‘no hay camino’,
ni horario, ni programa, sólo intento.
Quédate aquí, sin dudas ni exigencia,
tú y yo, los únicos supervivientes
de un mundo absurdo, iremos transparentes
en desnudez vestida de inocencia.
Los Angeles, 18 de agosto de 2004