Breverías
1229
Somos ladrones de horas. Las robamos
a quien tal vez ayer nos llegó a amar,
o a quien nos ama, pero ya no amamos,
o a quien los sueños hacen bostezar.
Y abrimos otras sendas, y nos vamos
en busca de otro amor, de otro lugar,
derramando esas horas, y cosiendo
al traje de la vida otro remiendo.
1230
Al venir hacia mí te has descarriado,
perdido tu perfil en el recodo
de tu tiempo y espacio, de tal modo
que pienso en el camino desandado.
Si tu tiempo y espacio no coinciden
con el tiempo y espacio de los dos,
se impone el firme, prematuro adiós
de dos espíritus que al fin se olviden.
1231
A flor de piel, danzando entre los dedos,
rozándome los muslos, sobre el pecho,
una pantera en celo está al acecho
midiendo tus audacias y tus miedos.
1232
Alguien un día recogió la mies
que sólo había para ti granado;
y tú, Rut de mis páramos, después
espigaste en el campo abandonado.
Una por una, dos a dos, o a tres,
cada espiga era un sueño aún no soñado,
y hoy vengo, espigadora cenicienta,
a implorar cada sueño que en ti alienta.
1233
Decoran tus recuerdos mi aposento;
nadie los ve, los muros de la mente
se ocultan a miradas indiscretas.
Y las paredes de tu pensamiento,
¿quién las decora, quién es residente,
a quién evocan, y por quién te inquietas?
Sonetos
1136 - Y pasarán de largo
Estoy al otro lado del olvido,
en esa zona de estupor oscuro,
tumba de ayer, que otorga hacia el futuro
la opción de revivir lo mal vivido.
Oigo rodar de trenes. El silbido
me despierta al pasado. Me aventuro,
sonrisa joven, corazón maduro,
a volver al recuerdo adormecido.
Desde la sensatez de mi distancia,
lo evocado no tiene hoy relevancia,
ni resucitará su poderío.
Volverán nuevos trenes del pasado
con su carga de duelo ya olvidado,
y pasarán de largo, como un río.
Los Angeles, 21 de agosto de 2004
1137 - Al amanecer
La mañana irrumpió, recién nacida,
esgrimiendo la luz como una espada;
retrocedió la noche, agazapada,
en mansa aceptación de la partida.
En maraña de sábanas tendida,
y en tibia desnudez ataviada,
musitó desde el borde de su almohada:
¿Me seguirá tu amor cuando vestida?
Miré al fondo sereno, enternecido,
de sus ojos de añil, y sumergido
vi mi propio semblante en su pupila.
Se aislaron las palabras en mi mente.
Pero estreché el abrazo, dulcemente,
y en mi silencio se durmió tranquila.
Los Angeles, 21 de agosto de 2004
1138 - De lejos
Al pie de mi nostalgia, sin aliento
se embarullan tus huellas; no caminas
más allá de mi voz, en mí terminas;
después de aquí, sólo silencio y viento.
De lejos has venido en seguimiento
de una visión, y en mí te arremolinas;
tus manos, un tropel de golondrinas
sobre mi piel en blando movimiento.
Se ha dormido a mi lado tu sendero,
ya no quiere seguir; sobre el otero
desaparece el sol; la noche avanza.
Reclínate conmigo junto al fuego,
hora de ofrendas íntimas, sin ruego,
concepto y sensación en alianza.
Los Angeles, 26 de agosto de 2004
Poemas
Recreándote
El alma se me apoya en el recuerdo
como ante un ventanal abierto al mundo,
y sólo pasas tú, sin alejarte,
como quien llega y no se va. El crepúsculo
me entrega esa fragancia que las rosas
emiten al dormirse. Hay algo tuyo
en la luz que agoniza, en la arboleda,
en el bucólico aire vagabundo.
Tienes sabor de siglos en mis labios,
palpitas en mi pulso,
y en soledad hay un presentimiento
de dos cuerpos desnudos.
Se amontonan las sombras
y se deslíe el horizonte turbio,
pero abajo, en la calle,
al pie de mi ventana, hay un murmullo,
apenas perceptible,
de pasos diminutos,
de súbito aleteo,
de tímidos murmullos,
que nadie ve ni escucha,
que sólo veo yo, sólo yo escucho.
Sigue el alma apoyada en el recuerdo,
y al recrearte, estoy creando el mundo.
Los Angeles, 20 de agosto de 2004
Vive
Se te anudan al alma sensaciones carnales,
y te rejuveneces pensando con la piel;
golpean tus nudillos en todos los portales,
y eres fiel a ti mismo, siendo a todas infiel.
Pero un día la nieve te vestirá de invierno,
y las puertas que hoy se abren, no te querrán abrir,
sólo tendrás las calles de un laberinto interno
que en soledad confusa no lograrás huir.
Mas ¿qué importa si un día se te apaga la estrella,
se trueca la fortuna, tuerce su rumbo el viento?
Hoy es la única vida que se te da, tan bella
como un alma exaltada, como un cuerpo sediento.
Y si dejas que pase bajo tu puente el río
del deseo maduro frenado insatisfecho,
también vendrá el invierno, devorador y frío,
aunque lo que haces ahora nunca lo hubieras hecho.
Los Angeles, 22 de agosto de 2004
Desaliento
Madre, quiero estar triste.
¿Te enamoró, hijo mío?
¿Dónde y cuándo la viste?
Madre, quiero estar ciego.
¿Y sin verla, hijo mío,
te volverá el sosiego?
Madre, quiero estar mudo.
Y ella no oirá, hijo mío,
tu corazón desnudo.
Madre, quiero estar muerto.
No, hijo mío, que hay muchas
rosas en cada huerto.
Los Angeles, 22 de agosto de 2004
Pérgamo
He vuelto a ver, dormidos en la tierra,
(cabezas de gigantes degollados),
los blancos capiteles, hacinados,
despojos de los siglos y la guerra.
El templo en ruinas, aunque el dios no exista,
tiene espíritu propio; y en sus brazos
de columnas truncadas, hay abrazos
a punto de salir por cada arista.
Belleza austera en robustez erguida,
con multiplicación de columnata,
cuyos espacios puente eran de plata,
nunca muralla, sólo bienvenida.
Me duelen estas piedras; hay en ellas
gritos de fe, gemidos de esperanza,
himnos de gloria, y tanto de añoranza
por tan doradas, perdurables huellas.
Labradas para un dios, tan expresivas
cuando ese dios ya es sólo vaga idea;
la eternidad que él no alcanzó, flamea
sobre estas ruinas silenciosas, vivas.
Este templo espectral, descuartizado,
es más bello en la calma de su muerte,
dejadle en paz, que nadie le despierte,
transitad con respeto por su lado.
Los Angeles, 29 de agosto de 2004
Se fue
Se fue con el río Duero,
que se la llevó a los mares,
y yo me quedé en la orilla,
murmurando soledades…
¿O era el agua que rezaba
su rutina en los juncales?
Se fue una mañana fría
de abril, después de besarme
bajo el olmo, cuyas hojas
aún tiemblan, como mi carne.
Se fue y volvió la cabeza
desde lejos, a mirarme,
y no supe si en sus ojos
jugaba travieso el aire,
si era polvo en sus pupilas,
o eran lágrimas de sangre.
Se fue dejándome el alma
como si fuera de nadie,
como un clamor vagabundo
perdiéndose por las calles.
A ambas riberas del Duero
dormían los encinares,
torcía su curso el río
en mansa curva de alfanje,
y un tropel de golondrinas
volaba serenidades.
Se fue dejándome el alma
como si fuera de nadie.
Los Angeles, 30 de agosto de 2004