Poemas de amor, de soledad, de esperanza de
Francisco Álvarez Hidalgo
Recreandote

Índice

Sonetos:
Y pasarán de largo Al amanecer De lejos
Poemas:
Recreándote Vive Desaliento Pérgamo Se fue
seperador

Breverías

1229
Somos ladrones de horas. Las robamos a quien tal vez ayer nos llegó a amar, o a quien nos ama, pero ya no amamos, o a quien los sueños hacen bostezar. Y abrimos otras sendas, y nos vamos en busca de otro amor, de otro lugar, derramando esas horas, y cosiendo al traje de la vida otro remiendo.

1230
Al venir hacia mí te has descarriado, perdido tu perfil en el recodo de tu tiempo y espacio, de tal modo que pienso en el camino desandado. Si tu tiempo y espacio no coinciden con el tiempo y espacio de los dos, se impone el firme, prematuro adiós de dos espíritus que al fin se olviden.

1231
A flor de piel, danzando entre los dedos, rozándome los muslos, sobre el pecho, una pantera en celo está al acecho midiendo tus audacias y tus miedos.

1232
Alguien un día recogió la mies que sólo había para ti granado; y tú, Rut de mis páramos, después espigaste en el campo abandonado. Una por una, dos a dos, o a tres, cada espiga era un sueño aún no soñado, y hoy vengo, espigadora cenicienta, a implorar cada sueño que en ti alienta.

1233
Decoran tus recuerdos mi aposento; nadie los ve, los muros de la mente se ocultan a miradas indiscretas. Y las paredes de tu pensamiento, ¿quién las decora, quién es residente, a quién evocan, y por quién te inquietas?

Sonetos

1136 - Y pasarán de largo
Estoy al otro lado del olvido, en esa zona de estupor oscuro, tumba de ayer, que otorga hacia el futuro la opción de revivir lo mal vivido. Oigo rodar de trenes. El silbido me despierta al pasado. Me aventuro, sonrisa joven, corazón maduro, a volver al recuerdo adormecido. Desde la sensatez de mi distancia, lo evocado no tiene hoy relevancia, ni resucitará su poderío. Volverán nuevos trenes del pasado con su carga de duelo ya olvidado, y pasarán de largo, como un río.
Los Angeles, 21 de agosto de 2004
seperador
1137 - Al amanecer
La mañana irrumpió, recién nacida, esgrimiendo la luz como una espada; retrocedió la noche, agazapada, en mansa aceptación de la partida. En maraña de sábanas tendida, y en tibia desnudez ataviada, musitó desde el borde de su almohada: ¿Me seguirá tu amor cuando vestida? Miré al fondo sereno, enternecido, de sus ojos de añil, y sumergido vi mi propio semblante en su pupila. Se aislaron las palabras en mi mente. Pero estreché el abrazo, dulcemente, y en mi silencio se durmió tranquila.
Los Angeles, 21 de agosto de 2004
seperador
1138 - De lejos
Al pie de mi nostalgia, sin aliento se embarullan tus huellas; no caminas más allá de mi voz, en mí terminas; después de aquí, sólo silencio y viento. De lejos has venido en seguimiento de una visión, y en mí te arremolinas; tus manos, un tropel de golondrinas sobre mi piel en blando movimiento. Se ha dormido a mi lado tu sendero, ya no quiere seguir; sobre el otero desaparece el sol; la noche avanza. Reclínate conmigo junto al fuego, hora de ofrendas íntimas, sin ruego, concepto y sensación en alianza.
Los Angeles, 26 de agosto de 2004

Poemas

Recreándote
El alma se me apoya en el recuerdo como ante un ventanal abierto al mundo, y sólo pasas tú, sin alejarte, como quien llega y no se va. El crepúsculo me entrega esa fragancia que las rosas emiten al dormirse. Hay algo tuyo en la luz que agoniza, en la arboleda, en el bucólico aire vagabundo. Tienes sabor de siglos en mis labios, palpitas en mi pulso, y en soledad hay un presentimiento de dos cuerpos desnudos. Se amontonan las sombras y se deslíe el horizonte turbio, pero abajo, en la calle, al pie de mi ventana, hay un murmullo, apenas perceptible, de pasos diminutos, de súbito aleteo, de tímidos murmullos, que nadie ve ni escucha, que sólo veo yo, sólo yo escucho. Sigue el alma apoyada en el recuerdo, y al recrearte, estoy creando el mundo.
Los Angeles, 20 de agosto de 2004
seperador
Vive
Se te anudan al alma sensaciones carnales, y te rejuveneces pensando con la piel; golpean tus nudillos en todos los portales, y eres fiel a ti mismo, siendo a todas infiel. Pero un día la nieve te vestirá de invierno, y las puertas que hoy se abren, no te querrán abrir, sólo tendrás las calles de un laberinto interno que en soledad confusa no lograrás huir. Mas ¿qué importa si un día se te apaga la estrella, se trueca la fortuna, tuerce su rumbo el viento? Hoy es la única vida que se te da, tan bella como un alma exaltada, como un cuerpo sediento. Y si dejas que pase bajo tu puente el río del deseo maduro frenado insatisfecho, también vendrá el invierno, devorador y frío, aunque lo que haces ahora nunca lo hubieras hecho.
Los Angeles, 22 de agosto de 2004
seperador
Desaliento
Madre, quiero estar triste. ¿Te enamoró, hijo mío? ¿Dónde y cuándo la viste? Madre, quiero estar ciego. ¿Y sin verla, hijo mío, te volverá el sosiego? Madre, quiero estar mudo. Y ella no oirá, hijo mío, tu corazón desnudo. Madre, quiero estar muerto. No, hijo mío, que hay muchas rosas en cada huerto.
Los Angeles, 22 de agosto de 2004
seperador
Pérgamo
He vuelto a ver, dormidos en la tierra, (cabezas de gigantes degollados), los blancos capiteles, hacinados, despojos de los siglos y la guerra. El templo en ruinas, aunque el dios no exista, tiene espíritu propio; y en sus brazos de columnas truncadas, hay abrazos a punto de salir por cada arista. Belleza austera en robustez erguida, con multiplicación de columnata, cuyos espacios puente eran de plata, nunca muralla, sólo bienvenida. Me duelen estas piedras; hay en ellas gritos de fe, gemidos de esperanza, himnos de gloria, y tanto de añoranza por tan doradas, perdurables huellas. Labradas para un dios, tan expresivas cuando ese dios ya es sólo vaga idea; la eternidad que él no alcanzó, flamea sobre estas ruinas silenciosas, vivas. Este templo espectral, descuartizado, es más bello en la calma de su muerte, dejadle en paz, que nadie le despierte, transitad con respeto por su lado.
Los Angeles, 29 de agosto de 2004
seperador
Se fue
Se fue con el río Duero, que se la llevó a los mares, y yo me quedé en la orilla, murmurando soledades… ¿O era el agua que rezaba su rutina en los juncales? Se fue una mañana fría de abril, después de besarme bajo el olmo, cuyas hojas aún tiemblan, como mi carne. Se fue y volvió la cabeza desde lejos, a mirarme, y no supe si en sus ojos jugaba travieso el aire, si era polvo en sus pupilas, o eran lágrimas de sangre. Se fue dejándome el alma como si fuera de nadie, como un clamor vagabundo perdiéndose por las calles. A ambas riberas del Duero dormían los encinares, torcía su curso el río en mansa curva de alfanje, y un tropel de golondrinas volaba serenidades. Se fue dejándome el alma como si fuera de nadie.
Los Angeles, 30 de agosto de 2004
Diseño: Carmen Álvarez
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