Breverías
1295
Si la muralla que te circunvala
se agrietara algún día,
te dejaré una rosa en cercanía,
pero también te dejaré una escala.
La grieta no será más que un indicio
de tu intención de superar el muro;
yo al otro lado espero, y me apresuro
a ofrecerte la mano y su ejercicio.
1296
Me envías un abrazo. He de arroparme
en su estrechez de impúdico albornoz;
vendrá evocando el eco de tu voz,
que tiempo atrás también supo abrazarme.
Un abrazo no es sólo estrechamiento
de dos brazos que en otros se intercalan,
sino ocho extremidades que resbalan
en plena aceptación y ofrecimiento.
1297
Cayó el olvido desde arriba,
losa de mármol, ojos fríos,
y entre los brazos, hoy vacíos,
no se construye, se derriba.
1298
Tú por la puerta delantera entraste,
no es para ti la puerta de servicio;
en mi casa vacía, qué contraste,
que se llena de ti si te acaricio,
caricias que aún no llegan a tocarte…
Se me rompe la mente de pensarte.
1299
Destiérrame el silencio que me abrasa,
haz llover sobre mi tus cascabeles
de ligereza y miel, broten claveles
cuando a mi lado tu palabra pasa.
Di lo que quieras, pero dilo ahora,
que me duelen la luz, la nieve, el humo,
por cuanto en su mutismo me consumo;
si no te queda voz, bésame y llora.
Sonetos
1218 - Este incipiente amor
Tengo un amor sin estrenar. Ha habido
otros amores pálidos, fugaces,
si a veces efusivos, incapaces
de encender las antorchas del sentido.
Ardió la llama, sí, y hubo alarido,
y el hambre se instaló en fauces voraces,
pero al fin, arrancados los disfraces,
más parecieron esplendor fingido.
Este incipiente amor no arrastra huellas,
marcha en terreno virgen; las estrellas,
en su perenne vigilar, no han visto
promesa ni esperanza semejantes.
A tal amor que nos declara amantes,
rindo mi voluntad, y no resisto.
Los Angeles, 22 de enero de 2005
1219 - Distribuye tu gozo
Deja que el fruto de la vid fermente,
alza la copa, embriágate del vino;
en las uvas dormita el torbellino
como las intenciones en la mente.
¿De qué sirve saber si no se siente?
Ejecuta y acepta el desatino
cuando en torno de ti me arremolino;
duerma la idea y la emoción reviente.
Desaparezca el orden apolíneo,
y en su anárquico embate curvilíneo
despiértense Dionisio y las Bacantes.
Si la vida discurre y se diluye,
detén el paso, exulta y distribuye
tu gozo como lo hacen los amantes.
Los Angeles, 24 de enero de 2005
1220 - Mañana
Te conocía ya, pero hoy ha sido
cuando te he descubierto toda mía;
cuando la magia de mi fantasía
te ha desnudado al fin, te ha poseído.
Ayer fue el beso de pudor vestido,
en el que oculto el arrebato hervía,
y nadie, ni tú misma, lo veía,
enmascarado en risa el alarido.
Hoy, aunque desde lejos, has abierto
brazos y muslos, y la entrada al huerto
de tus sentidos se ha hecho manifiesta.
Hoy resido en tu mente, y en tu entraña;
mañana, en el refugio en la montaña,
el mundo, entre los dos, será una fiesta
Los Angeles, 24 de enero de 2005
1221 - Ángulo
Tiemblas como las ramas del abeto
recogiendo la nieve en su estructura;
desgarrará su blanca vestidura
el viento que en su torno gira inquieto.
He escudriñado el ángulo secreto
de tus muslos, su tibia arquitectura;
me apropiaré de su región oscura
como el viento, incisivo e indiscreto.
Su tersa palidez reclama el roce
de osada mano ajena que retoce,
progresando hacia el vértice escondido.
A ti voy, que sin voz me estás llamando,
mi tacto es firme y a la vez es blando,
respondiendo al compás de tu gemido.
Los Angeles, 25 de enero de 2005
1222 - Añoranza
Añorarte a diario es mi tarea,
envidiable quehacer el que mantengo;
de la mente al sentido voy y vengo,
te piensa aquélla y éste te desea.
Mi imperceptible abrazo te bordea,
e indefinidamente te retengo
para obtener de ti lo que no obtengo,
contacto, impulso, todo pura idea.
De mis dos corazones, el primero
no cesa de sangrar, mientras espero
la fecha en que el destino nos reúna.
El otro corazón, el subalterno,
late también por ti, tiene su infierno
de inútil rigidez inoportuna.
Los Angeles, 26 de enero de 2005
1223 - Si en ti me enredo
Me lees, y comulgas con mi credo,
te ves en mí, me ves tal como soy;
tal vez quisieras ir por donde voy
si a tus tobillos no se atara el miedo.
Aspiro a mucho, pero poco puedo,
algo recibo, pero al dar, me doy
sin recortar, sin exigir; estoy
abierto como el mar. Si en ti me enredo
será sin ceremonia, sin programa,
fogonazo de luz que se derrama
sobre tus ojos, y te deja ciega.
Impedida de ver, clarividentes
serán tus manos en mi piel, torrentes
sobre una geografía que se entrega.
Los Angeles, 26 de enero de 2005
Poemas
Camina mi calle
Bellas cadenas doradas
no dejan de ser cadenas.
La luz busca tus ventanas,
pero se estrella en la hiedra.
Tu casa es siempre tu casa,
ya de cemento o de perlas,
y en ningún caso procede
abjurarla ni venderla.
Pero hay plazas y avenidas
que recorrer, y hay estrellas
en la noche que nos guiñan,
en el bosque red de sendas,
y en el campo las espigas
esperando la cosecha.
Sal a la calle, mujer,
no lleves la casa a cuestas,
ni olvides que soy el viento
presto a enredarse en tus piernas,
y sobre tu piel desnuda
también yo puedo ser hiedra.
Ya volverás a tus lares,
al nacer de la tiniebla;
dame las horas del día,
en que mi sonrisa pueda
adherirse a tu sonrisa,
y logre imprimirte huellas
con las lenguas de mis dedos
y los dedos de mi lengua.
Camina mi calle, amiga,
cabalga mi piel sin riendas.
Los Angeles, 21 de enero de 2005
Y de pronto
Está lloviendo para mí, por mí;
y esboza el agua surcos en la cara;
otros rostros rebosan algazara
que yo en mi soledad no conseguí.
Unos, hijos del sol, yo, de la sombra,
en mi entorno mutismo radical,
y ellos en el clamor del carnaval
que sus títulos grita y no me nombra.
Y de pronto tu voz me galvaniza,
desmorona el silencio y esclarece
la tiniebla; mi afán rejuvenece,
y la herida en el alma cicatriza.
Ha cesado la lluvia, canta el viento,
mía es la luz, la altura y el color;
ha muerto el miedo, y mi único temblor
es por ti, que estremeces mi cimiento.
Los Angeles, 24 de enero de 2005